Al asumir su segundo mandato el Presidente Augusto B. Leguía, en 1919, encuentra un país lleno de pesimismo, derrotado, precario, atrasado. Habían transcurrido treinta y ocho años desde que el Perú había sido derrotado en la Guerra con Chile, había tenido que firmar un tratado de paz con el vencedor; mientras seguían ocupadas tres provincias y una ya había sido arrebatada. Lima por ese entonces, era una gran aldea aletargada, adormecida, pueblerina, que carecía de agua, desagüe y alcantarillado, sus calles no estaban pavimentadas. Por sus calles discurrían las aguas servidas; las casas tienen pozos artesanales para extraer el agua. El alumbrado público es precario y esta a cargo de faroleros que durante las noches tranquilas, recorren las calles con sus pregones y sus escaleras para encender o apagar los faroles. Pero, si así era la capital donde residía la aristocracia, como serian entonces las provincias y los pueblos mas alejados.
Faltaba muy poco para el Centenario de la Independencia, apenas dos años. Las celebraciones tenían que volver al país al sitial que había perdido; estas celebraciones tenían que ser majestuosas, suntuosas, que contara con la presencia de las principales potencias del mundo, de esa manera también, Leguía consolidaría a su Gobierno a nivel nacional e internacional. Pero eso también lo sabían sus enemigos. Tres semanas antes de las celebraciones, la tarde del domingo 3 de julio de 1921, cuando ya estaban llegando a Lima las primeras delegaciones extranjeras, ocurrió un incendio en el Palacio de Gobierno, provocado por una explosión que detonó debajo del despacho presidencial y destruyó gran parte del Palacio incluido, los salones donde se iban a dar las recepciones a las misiones extranjeras además de las principales ceremonias. El Gobierno responsabilizó del siniestro a los civilistas por su intención de arruinar las fiestas. Leguía en su discurso ante el Congreso, advirtió a los miembros del Partido Civil que no lograrían sus fines, llamándolos los "incendiarios criminales". Pese a todo, el Palacio quedó reconstruido en tres semanas, con materiales provisionales que le devolvieron la misma suntuosidad que había perdido.
Para esas fechas, Lima no tenía hoteles adecuados para la calidad y cantidad de visitantes que llegaron a la capital, algunas familias alquilaron al Gobierno sus residencias.
Las delegaciones iban llegando, el Callao se vio congestionado por la cantidad de acorazados y cruceros que transportaban a príncipes, presidentes, cardenales, almirantes, a las delegaciones y cuyas tripulaciones -argentinas, norteamericanas, francesas, inglesas, italianas y japonesas- iban a desfilar en la gran parada militar junto a las tropas peruanas. Se notó la ausencia, eso sí, de Venezuela debido al énfasis por la inauguración , el 27 de julio, de la Plaza San Martín, esto hizo temer a Venezuela, que no se rendirían los homenajes al Libertador Simón Bolívar, por lo que manifestó su malestar al Gobierno Peruano y se abstuvo de enviar una delegación. Posteriormente, se pensó que una manera de resolver el incidente era ponerle el nombre de Bolívar al primer hotel de la capital que se construiría, en los años siguientes, sobre la Plaza San Martín. No fue suficiente. Venezuela se hizo representar sólo por su embajador en Lima. Tampoco estuvo presente, por otras razones, la delegación de Chile.
Para las celebraciones se emitieron estampillas alusivas; quedó restablecida, por decreto del 24 de abril de 1921, la Orden "El Sol del Perú"; se creó la Medalla del Primer Centenario de la Independencia Nacional". Hubo muchos discursos, muchos banquetes y ceremonias. Hubo carreras de gala en el Hipódromo de Santa Beatríz. Se inauguró el monumento al Libertador San Martín, se abrió el Museo Bolivariano de la Magdalena Vieja. Diversas colonias hicieron obsequios, unos recibidos con mucha solemnidad, otros, de manera simbólica. El de la colonia alemana fue el Reloj del Parque Universitario; el de la española fue el Arco Morisco para levantarlo en la entrada a la avenida Leguía; el de la británica el estadio de Santa Beatríz. Algunas quedaron postergadas para fechas posteriores como el monumento a Manco Cápac en La Victoria, obsequio de la colonia japonesa; el Museo de Arte Italiano, la Fuente China en el Parque de la Exposición, etc.
La celebración del Centenario de la Independencia, contó siempre con la masiva presencia popular, del entusiasmo de todos. Durante las fiestas no hubo jamas un grito hostil ni tampoco una voz de protesta contra el Presidente Leguía o contra el régimen, ni siquiera por parte de los civilistas. Todos se sentían orgullosos y con esperanza en el futuro.
Fuente:
- Leguía la historia oculta / Vida y muerte de Augusto B. Leguía, Carlos Alzamora
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
Faltaba muy poco para el Centenario de la Independencia, apenas dos años. Las celebraciones tenían que volver al país al sitial que había perdido; estas celebraciones tenían que ser majestuosas, suntuosas, que contara con la presencia de las principales potencias del mundo, de esa manera también, Leguía consolidaría a su Gobierno a nivel nacional e internacional. Pero eso también lo sabían sus enemigos. Tres semanas antes de las celebraciones, la tarde del domingo 3 de julio de 1921, cuando ya estaban llegando a Lima las primeras delegaciones extranjeras, ocurrió un incendio en el Palacio de Gobierno, provocado por una explosión que detonó debajo del despacho presidencial y destruyó gran parte del Palacio incluido, los salones donde se iban a dar las recepciones a las misiones extranjeras además de las principales ceremonias. El Gobierno responsabilizó del siniestro a los civilistas por su intención de arruinar las fiestas. Leguía en su discurso ante el Congreso, advirtió a los miembros del Partido Civil que no lograrían sus fines, llamándolos los "incendiarios criminales". Pese a todo, el Palacio quedó reconstruido en tres semanas, con materiales provisionales que le devolvieron la misma suntuosidad que había perdido.
Para esas fechas, Lima no tenía hoteles adecuados para la calidad y cantidad de visitantes que llegaron a la capital, algunas familias alquilaron al Gobierno sus residencias.
Las delegaciones iban llegando, el Callao se vio congestionado por la cantidad de acorazados y cruceros que transportaban a príncipes, presidentes, cardenales, almirantes, a las delegaciones y cuyas tripulaciones -argentinas, norteamericanas, francesas, inglesas, italianas y japonesas- iban a desfilar en la gran parada militar junto a las tropas peruanas. Se notó la ausencia, eso sí, de Venezuela debido al énfasis por la inauguración , el 27 de julio, de la Plaza San Martín, esto hizo temer a Venezuela, que no se rendirían los homenajes al Libertador Simón Bolívar, por lo que manifestó su malestar al Gobierno Peruano y se abstuvo de enviar una delegación. Posteriormente, se pensó que una manera de resolver el incidente era ponerle el nombre de Bolívar al primer hotel de la capital que se construiría, en los años siguientes, sobre la Plaza San Martín. No fue suficiente. Venezuela se hizo representar sólo por su embajador en Lima. Tampoco estuvo presente, por otras razones, la delegación de Chile.
Para las celebraciones se emitieron estampillas alusivas; quedó restablecida, por decreto del 24 de abril de 1921, la Orden "El Sol del Perú"; se creó la Medalla del Primer Centenario de la Independencia Nacional". Hubo muchos discursos, muchos banquetes y ceremonias. Hubo carreras de gala en el Hipódromo de Santa Beatríz. Se inauguró el monumento al Libertador San Martín, se abrió el Museo Bolivariano de la Magdalena Vieja. Diversas colonias hicieron obsequios, unos recibidos con mucha solemnidad, otros, de manera simbólica. El de la colonia alemana fue el Reloj del Parque Universitario; el de la española fue el Arco Morisco para levantarlo en la entrada a la avenida Leguía; el de la británica el estadio de Santa Beatríz. Algunas quedaron postergadas para fechas posteriores como el monumento a Manco Cápac en La Victoria, obsequio de la colonia japonesa; el Museo de Arte Italiano, la Fuente China en el Parque de la Exposición, etc.
La celebración del Centenario de la Independencia, contó siempre con la masiva presencia popular, del entusiasmo de todos. Durante las fiestas no hubo jamas un grito hostil ni tampoco una voz de protesta contra el Presidente Leguía o contra el régimen, ni siquiera por parte de los civilistas. Todos se sentían orgullosos y con esperanza en el futuro.
Fuente:
- Leguía la historia oculta / Vida y muerte de Augusto B. Leguía, Carlos Alzamora
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
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