Parecía, hasta 1918, un símbolo de buena suerte. Tenía abolengo, fortuna, buena presencia y elegancia alejada del mal gusto. Pudo ser considerado como el prototipo del hombre afortunado. José Pardo y Barreda había nacido en Miraflores, Lima, un caluroso mes de febrero de 1864. Fue hijo de don Manuel Pardo y Lavalle, el primer Presidente civil del Perú y de doña Mariana Barreda y Osma. Realizó sus estudios en el Instituto de Lima, dirigido por maestros alemanes y más tarde, por el año 1891, ingresó a la Universidad de San Marcos donde se recibió como licenciado en Letras y Doctor en Ciencias Políticas y Administrativas para, posteriormente, graduarse como abogado en 1896. Tenía cuarenta años cuando por primera vez asumió, en el año 1904, la presidencia de la República; un año antes había sido el Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Relaciones Exteriores en el corto gobierno del Presidente Manuel Candamo, quien falleció en mayo de ese año. Al morir Candamo, Pardo, de caballerosa corrección y de exquisita honestidad, fue elegido Presidente de la República en una campaña corta y que pasó como un rápido y fugaz relámpago.
"Hoy lo he visto y me ha mirado ......." Y es que, buen mozo y caballeroso como era, con un aire sano, su cabello negro y sus bigotes poblados, de tarde en tarde, muchos jóvenes y hasta algunos viejos se sentían felices y emocionados al sentir que sus saludos eran correspondidos por el Presidente cuando, acompañado tan solo de su alto y casi anciano edecán, caminaba a paso firme y taconeando con sus negros botines por las calles del antiguo jirón; a cada cual amablemente les respondía el saludo quitándose el oscuro sombrero: "¡Buenas tardes, Excelencia! ¡Dios lo guarde don José! ¡Qué Dios le cuide, Señor Presidente! ¡Que le cuide a usted, don Felipe!" Leves aplausos leves sonrisas y leve fue el saludo y casi un rechazo cuando, a su paso frente al edificio del diario de Baquíjano, recibió frías miradas y miradas indiferentes. Era La Prensa un diario que apoyaba al pierolismo y como tal, era opositor al civilismo. Hacía poco había sido fundado y su dueño, don Pedro de Osma, pequeño y bigotudo, era primo del Presidente. José Pardo, al poco tiempo de haber asumido el mando, fue llamado por sus enemigos "Presidente dinástico", o "delfín". Quizá esos mismos enemigos eran los que lo consideraban soberbio y avasallador; imperativo y despótico; intransigente, vengativo y altanero por las oscuras y sombrías nubes que se cirnieron sobre su familia. Pero la vida había sido más amable para él que con su padre que cayó vilmente asesinado tras cuatro años de tormentoso gobierno. Corría el año 1908 y José Pardo escogió a Augusto B. Leguía como miembro de su gabinete, lo escogió como su amigo predilecto y lo escogió como candidato presidencial. Ese mismo año terminaba su primer mandato, al poco tiempo, el ex Presidente viajó a Biarritz, en la Costa Azul de Francia. Pasaron seis largos años y en 1914 fue llamado para ocupar la rectoría de San Marcos, puesto que había quedado vacante, y donde ocasionalmente dictara, años antes, un curso de Derecho Internacional.
Su mayor preocupación fue la enseñanza. En los inicios del siglo XX, la educación estaba a cargo de los municipios. En su primer gobierno empezó a depender del Gobierno Central. Por ley, la educación primaria devino en obligatoria y gratuita. Se fundó la Escuela Superior de Artes y Oficios y que hoy es el Instituto José Pardo. Se construyó el Palacio Legislativo y se inauguró el monumento a Francisco Bolognesi y en lo internacional, logró solucionar los conflictos fronterizos con Ecuador mediante la firma de un tratado y luego de explosivas protestas y bulliciosas huelgas y manifestaciones se conquistaron las ocho horas de trabajo.
Corre el tiempo y corren los años y llega el año 1919. Cuatro años antes había asumido nuevamente la presidencia luego de haber sido electo por un consenso de todos los partidos políticos. Todos, menos el Demócrata, que mantuvo la candidatura honorífica de don Carlos de Piérola, hermano de don Nicolás. Mas este segundo gobierno no fue como el primero. En 1914 estalló la Primera Guerra Mundial y el Perú demoró mucho en pronunciarse a favor de los aliados. Fue recién a raíz del hundimiento de la nave peruana "Lorton" por un submarino alemán, en febrero de 1917. En octubre, el Canciller Francisco Tudela y Varela, con un cierto aire parecido a Pardo, notificó al gobierno alemán: "[.....] mi gobierno, muy a su pesar, se ve obligado a poner término a las relaciones diplomáticas que, por tanto tiempo y con ininterrumpida cordialidad, ha cultivado con el gobierno imperial de Alemania". Además, existía una gran presión política en contra del partido Civil, que, por ese entonces, viviría sus últimos años. Y fue en el año 1919, que Pardo convocó a elecciones de las que Leguía había logrado sacar ventaja sobre su rival, el civilista Ántero Aspíllaga. Leguía se sentía ganador pero temía una mala jugada. Por esos tiempos, Lima había crecido, Lima había cambiado pero Lima seguía siendo siempre gris. Y en una fría y gris madrugada del 4 de julio de ese año, apenas a seis semanas de la toma de mando oficial, fuerzas leguiístas entraron al viejo Palacio de Gobierno y apresaron al Presidente Pardo. Horas más tarde, fue enviado al Panóptico donde fue recluido. A los ocho días fue deportado. "Eran esos los años de lucha y apoyo de los gobiernos fuertes: dictaduras organizadas en medio de la crisis de la democracia". Su exilio lo vivió en Biarritz. Veinticinco años después retornó a Lima. El Presidente José Pardo, ya con cabello blanco y blanco el poblado bigote, falleció un frío día del mes de agosto de 1947 cuando había pasado la barrera de los ochenta años.
Fuentes:
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
- Diario El Peruano, artículo del periodista Domingo Tamariz
- Los Señores, Luis Alberto Sánchez
- El Saqueo Olvidado, María Delfina Álvarez Calderón
- El Perú y la Primera Guerra Mundial, Fabián Novak/Jorge Ortíz
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
- Diario El Peruano, artículo del periodista Domingo Tamariz
- Los Señores, Luis Alberto Sánchez
- El Saqueo Olvidado, María Delfina Álvarez Calderón
- El Perú y la Primera Guerra Mundial, Fabián Novak/Jorge Ortíz
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