domingo, 5 de agosto de 2018

MÁS QUE UN CABALLERO

"Épocas hay en que todo un pueblo se personifica en un solo individuo: Grecia en Alejandro, Roma en César, España en Carlos V, Inglaterra en Cromwell, Francia en Napoleón, América en Bolívar. El Perú de 1879 no era Prado, La Puerta ni Piérola, era Grau". Manuel González Prada, "Pájinas Libres" 

La Lima que conoció era la del río que se deslizaba bullicioso, que jugaba con las hierbas y los arbustos que rodeaban su cauce. La Lima de las calles empedradas y terrosas. La Lima de los balcones poéticos y de las mujeres con sus sayas y sus mantos. La Lima de Courret. La Lima donde el mar parecía de cristal; el mar que refleja la luz del sol, el mismo sol que ilumina y se refleja en el mar tranquilo de Paita. Y fue en Paita, ubicada en la región de Piura, al norte de Lima, donde un cálido 27 de julio de 1834 nació el almirante Miguel Grau Seminario; fue hijo de Juan Manuel Grau y Berrío natural de Cartagena de Indias, Colombia y de Luisa Seminario del Castillo; nada de particular ocurrió en su infancia. Estudió la primaria en la Escuela Náutica de Paita y más tarde se trasladó a Lima para estudiar en el colegio del poeta Fernando Velarde.

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Fue su maestro, Fernando Velarde, poeta y periodista español, líder de la bohemia limeña, quien a la muerte del almirante escribió: "Nunca fuiste risueño ni elocuente/Y tu faz pocas veces sonreía/Pero inspirabas entusiasmo ardiente/Cariñosa y profunda simpatía".
Miguel Grau fue un colegial tranquilo y silencioso; quién sabe algo taciturno y un poco distraído. Y quién sabe cansado de los estudios o de la enseñanza que se impartía en los colegios, fue que a los diez años partió rumbo a Panamá, en una goleta particular que naufragó. A los once empezó a trabajar en la marina mercante. Allí fue desde grumete hasta piloto. Allí supo del sabor de las galletas rancias, del sabor de la carne salada y del sabor del agua podrida. Supo de los incendios, supo del temporal y supo del naufragio. Supo del escorbuto. Supo de las juergas y de las peleas en cada uno de los puertos. Hacia 1853, Miguel Grau recorría las calles de la capital como un limeño más. No era como el provinciano que recién llega a la gran ciudad que se asombra y se admira de todo. Grau era un muchacho conocedor de las ciudades; un muchacho de mundo. En ese entonces, por las calles de Lima, la del eterno cielo gris, se escuchaba el silbato de la pesada locomotora que partía con rumbo al Callao desde la Estación de Ferrocarriles de San Juan de Dios, aquella estación que llevaba impregnada en sus paredes el aroma de la madera de los antiguos claustros. Era la Lima de los primeros años de El Comercio; la Lima del Maury; la Lima de las calesas tiradas por elegantes jamelgos; la Lima de las casas de adobe, de madera o de ladrillo pintadas de azul añil, amarillo, verde o rosa. La Lima que aún vivía encerrada tras sus viejas y asfixiantes murallas.

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Eran las épocas de los golpes y contragolpes políticos. Eran las épocas de sus viajes por los mares de aguas pacíficas o tormentosas y, entre viaje y viaje, fue conquistando a Dolores Cabero Valdivieso una muchacha buena moza proveniente de una familia que, se podría decir, no pasaba apuros económicos. Y fue en un soleado día de abril de 1867 que se casaron en la parroquia de El Sagrario frente a la Plaza de Armas, donde aquella mañana llegaba el eco de las diez once o doce campanas de la vieja Iglesia de Desamparados. Uno de sus amigos más entrañables fue el marino Lizardo Montero, quien fue uno de sus testigos junto a sus dos compañeros y amigos Aurelio García y García y Manuel Ferreyros. Lo curioso es que la partida de matrimonio no fue inscrita ese año, sino que fue inscrita, entre las partidas de 1872 a 1878. El matrimonio Grau Cabero tuvo diez hijos.

"Hablaba como anticipándose al pensamiento de sus interlocutores, como temiendo desagradarles con la más leve contradicción. Su palabra fluía con largos intervalos de silencio, y su voz de timbre femenino contrastaba notablemente con sus facciones varoniles y toscas".

No conocía ni la codicia, ni la cólera violenta, ni la soberbia. Humano, bueno y honrado. Humano hasta el exceso. Bueno, en su vida privada como en la pública y honrado, tanto, que contrastaba con el resto de políticos. Corría el año 1876 cuando Grau incursionó en política. Era miembro ilustre del partido Civil y, como tal, representó como diputado a la provincia de Paita en el Congreso. El periodista boliviano, Juan Lucas Jaimes, que trabajaba en el diario pierolista La Patria, a pesar de la tendencia civilista de Grau, escribió en su columna "A Granel": "Representantes como Grau serían siempre un refuerzo honroso para la cámara". Sin embargo, poco tiempo vivió en tierra pues al mes siguiente de su matrimonio se embarcó en el buque de bandera inglesa "Callao". Tiempo después el general Pedro Diez Canseco lo llamó para que se reincorpore al Huáscar. Desde allí solía enviar correspondencia a su esposa: "[...] cómprales a los muchachos unos vestiditos y camisas, para que vayan siempre aseados a la escuela. [...] Avísame si te falta dinero para el gasto de la casa. Mil cariños más a los muchachos, y tú, vida mía, recibe un abrazo junto con el corazón de tu esposo que te idolatra".
Ocho años con sus meses y sus días comandó el Huáscar. Al día siguiente de su muerte, en el combate de Angamos, la familia y los amigos de Grau se vieron envueltos en un gran problema. ¿Quién sería el encargado de decirle a su viuda lo que había sucedido? Fue su amigo Carlos M. Elías acompañado de otra persona quienes llegaron hasta la casa de la familia Grau Cabero en el N° 24 de la calle Lescano, primera cuadra del jirón Huancavelica, a unos cuantos pasos de la Iglesia de La Merced. Sus rostros demostraron tal angustia y pesar, que la señora Dolores de Grau les dijo: "¡Ustedes saben algo del Huáscar, por Dios díganme lo que hay!"

"[...] Pero en los días de la prueba se dibujó de cuerpo entero, se destacó sobre todos, les eclipsó a todos".
Fuentes:
- El almirante Grau y la plana menor del "Huáscar", Manuel Zanutelli Rosas
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
- Pájinas Libres, Manuel González Prada

1 comentario:

  1. Es una pena que los gobiernos no hayan sacado publicaciones relacionadas a la vida de nuestro heroico Miguel Grau. Ni siquiera pequeños chispazos de su vida como niño y como marino de la armada...
    Qué pasa con los cerbros del ministerio de Cultura y de Educación, les falta inteligencia?

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