Lo llamaban igual que al político y ex Primer Ministro francés George Clemenceau: "El Tigre", pero no porque fuera feroz o agresivo, era porque, entre los años 1919 y 1922, ocupó el cargo de Primer Ministro, como Clemenceau; porque fue un político, como Clemenceau; porque en su juventud fue un radical, como Clemenceau; porque tenía un bigote blanco y abundante, como Clemenceau. No era el padre de la victoria, como Clemenceau, pero si era, Germán Leguía y Martínez, padre de catorce hijos. Nacido en Lambayeque, allá por el año 1861, don Germán, se casó con doña Francisca "Panchita" Iturregui, una dama dulce, sencilla y elegantona. "El Tigre" era un hombre muy alto, tanto que se encorvaba un poco para ponerse a la altura de sus contertulios. Su cabellera era abundante y en ella, se asomaban ya algunas canas. Su ceño era un tanto duro y su rostro felino. Detrás de sus gafas se escondían unos ojos negros y brillantes, mas con un aire de malicia. Gafas que unas veces tenían un marco plateado y otras, eran éstos color dorado, tan dorados como las puntas de esos grandes bigotes. Detestaba el lujo y amaba el anonimato. Habían voces que decían que no le gustaba figurar ni tampoco llamar la atención; pero, sin embargo, también se escuchaban otras tantas que lo consideraban como la "vedette" de las fiestas. Vivía modestamente pese a los altos cargos que ocupó. Años atrás, durante el primer gobierno de Leguía, se le encargó la cartera del Ministerio de Relaciones Exteriores. Fue escritor y uno de los "bohemios de 1886" y del Círculo Literario. Aunque lo consideraban un poeta y dramaturgo fuera de moda, escribía también sobre historia y derecho. "El Tigre" se dedicaba a la enseñanza, enseñanza que se redujo al nivel secundario y, por último, alguna vez fue prefecto y magistrado. Discípulo de Manuel González Prada, don Germán, fue quien lo propuso para que ocupara la dirección de la Escuela de Artes y Oficios, cargo que el maestro no aceptó pero le dijo: "si se tratase de un cargo en el que yo pudiese ser verdaderamente útil para el país, lo aceptaría". Leguía y Martínez tomó esas palabras como una promesa y una mañana soleada de marzo del año doce, cuando a don Ricardo Palma le fue aceptada la renuncia al cargo de director de la Biblioteca Nacional, se fue hasta la casa de Prada, en la calle de la Puerta Falsa del Teatro, para proponerle acepte el puesto que dejaba el tradicionalista. Prada en un inicio no quiso por la situación tan fastidiosa que se había suscitado con Palma, pero Leguía, tenaz y hasta con cierta mañosería, le invocó para que no rechazara el cargo.
Don Germán, que en los inicios de los años veinte, era un personaje influyente y poderoso, se oponía rotundamente a una nueva Constitución. Sin embargo, su férrea oposición no sirvió de nada. Ese mismo año se promulgó una nueva Carta Magna que permitía la reelección indefinida de su primo hermano, el Presidente Augusto B. Leguía. Y es que "El Tigre" esperaba para 1924, sucederlo en el cargo. Esto fue motivo suficiente para que ambos primos discutieran y se distanciaran. Leguía y Martínez presentó su renuncia al cargo de Primer Ministro. Y su renuncia fue aceptada. En su lugar fue nombrado Pedro José de Rada y Gamio, un personaje singular y algo estrafalario, feo y con muy poco carisma. Fue el mismo Rada y Gamio quien en 1923, llegó personalmente hasta la casa del ex ministro en la calle de Juan Pablo (cuadra seis del jirón Azángaro). Allí, Leguía y Martínez, fue acusado de conspirador, se lo llevaron detenido junto a otros "germancistas" y luego, todos ellos, fueron enviados a un duro exilio en Panamá. En ese caluroso país, unos vivían en una modesta pensión y otros, en un departamento incómodo y con apenas unos cuantos muebles. Según menciona Luis Alberto Sánchez, a estos señores se les conocía como "los caballeros de la capa", porque para bañarse se turnaban la misma toalla de baño. Uno de ellos, para ganarse el sustento, hacía algunos trabajos de artesanía. Pasaron los años y el poder de don Germán desapareció por completo. En Panamá contrajo una enfermedad. El clima tropical del lugar impedía que mejorase. Fue así que en 1927, retornó al Perú pero ya estaba muy enfermo. Físicamente era otro. Estaba mucho más delgado, el rostro bastante demacrado y mucho más envejecido. Murió en noviembre de 1928, a los sesenta y siete años y al año siguiente, el presidente Leguía, iniciaba, por poco tiempo, un tercer periodo de gobierno.
Fuentes:
- Luis Alberto Sánchez, artículo para Siete Días (sin fecha)
- Los Señores, Luis Alberto Sánchez
- Nuestras vidas son los ríos, historia y leyenda de los González Prada, Luis Alberto Sánchez
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
- Luis Alberto Sánchez, artículo para Siete Días (sin fecha)
- Los Señores, Luis Alberto Sánchez
- Nuestras vidas son los ríos, historia y leyenda de los González Prada, Luis Alberto Sánchez
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
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