Sufrió el destierro en Panamá junto a su padre, don Germán Leguía y Martínez, cuando éste rompió con su primo hermano, el Presidente Augusto B. Leguía, allá por el veintitrés. En Panamá ejerció el magisterio, donde fue muy respetado y aún más querido. Cinco años pasó en esas calurosas tierras. Cuando su padre, gravemente enfermo, se le permitió volver a Lima, él lo siguió, y lo acompañó hasta sus últimos minutos de vida.
Jorge Guillermo Leguía Iturregui, había nacido en Lima, en mayo de 1898. Era delgado y alto, tan alto como lo fue su padre. No era ni bello ni buenmozo pero su falta de belleza se compensaba con el buen humor y la simpatía que irradiaba. Quizá por la facilidad que tenía para entregar una sonrisa. Tras sus gruesas gafas se escondían unos ojos pequeños pero brillantes; eran negros y un tanto agudos. "Fue demasiado bueno para historiador peruano. Además, tuvo más talento que inteligencia", menciona Luis Alberto Sánchez. "Un erudito nato, un amigo perfecto, un alma bondadosísima", escribió Jorge Basadre. Estudió en el colegio de Lima, o de Labarthe. Jorge Guillermo era cordial y sencillo; llano y generoso. Alguna vez firmó como "Mercater" aunque sus más íntimos lo llamaban "Topsius", aludiendo a un personaje de Eça de Queiroz. Caminaba de prisa, tratando de ganarle tiempo al tiempo o, quizá, tiempo a la vida. Agitaba sus manos y es que tenía la costumbre de frotarse las palmas de sus manos mientras soltaba un comentario algo satírico y con un toque de ironía; mas estos no herían y no lo hacían por su mera simpatía. Aunque, ciertamente, muchas veces, esos comentarios eran como agudos dardos que daban directamente en el blanco. Estudió en la Universidad de San Marcos donde se graduó de Doctor en Letras. En los inicios del diecinueve, junto a Luis Alberto Sánchez, Raúl Porras Barrenechea, Ricardo Vegas García, Jorge Basadre y otros sanmarquinos, empezaron a registrar los documentos que con el nombre de "Papeles Varios" guardaba la Biblioteca Nacional. Luego, y teniendo investigaciones muy avanzadas, organizaron el primer Conversatorio Universitario, allí, Jorge Guillermo, expuso "Lima en el siglo XVIII". Fue uno de los miembros de la Generación del Centenario junto a algunos de sus condiscípulos, aquellos que lo llamaba "Topsius": Raúl Porras Barrenechea, Ricardo Vegas García, Luis Alberto Sánchez, Manuel Abastos, Guillermo Luna Cartland y Carlos Moreyra y Paz Soldán y luego Alfredo González Prada, José Carlos Mariátegui, Víctor Raúl Haya de la Torre, César Vallejo y tantos otros. Cuando regresó del destierro asumió la dirección del Archivo de la Universidad de San Marcos y la cátedra de historia de América.
Tras el golpe de Estado del 4 de julio de 1919 y con apenas veintiún años, se convirtió en el secretario privado de su tío, el Presidente Leguía. Cuenta Sánchez que cada mañana, Jorge Guillermo, "invitaba a un estudiante a almorzar en la casa de la calle de Pando a fin de que tratara al caudillo". Le gustaba la historia y la geografía y se dedicó a la historia porque llegó a ella por la geografía. Sus primeros trabajos estuvieron fuertemente influidos por su padre y maestro, al que se le señalaba como un historiador romántico. Sobre nuestro pasado republicano escribió y escribió dando cátedra en una columna desde La Prensa, una columna que llamó "Domingos históricos".
Tras la caída del régimen de Leguía, en agosto del treinta y cuando su apellido fue borrado de cuanta obra, calle, plaza, muelle y todo cuanto uno se pueda imaginar, entre ellas, quizá la obra más conocida, la avenida Leguía, rebautizada como Arequipa; Jorge Guillermo fue encarcelado sin motivo alguno, por culpas que él no cometió. Pasado un tiempo, una tarde al salir de prisión, se le acercó un político del nuevo régimen, pudo haber sido hasta un día antes del golpe, un antiguo y servil leguiísta. Se le acercó y muy afable le tendió la mano diciéndole: "Me pongo a sus órdenes, señor Leguía, soy el coronel Gómez". Jorge Guillermo lo miró fijamente a través de sus gruesos lentes y de manera mordaz y rotunda dijo: "Muchas gracias, coronel, yo me pongo a las suyas, soy ......... Jorge Guillermo Arequipa".
Fue un historiador brillante y sus escritos mostraban elegancia, "capacidad de síntesis y amor a la frase". Pero tuvo una vida fugaz, como un relámpago. Demasiado rápida, tan rápida como fue su andar y al igual que Valdelomar, Mariátegui y Yerovi, no conocieron llegar a los cuarenta, pues, murieron jóvenes; Jorge Guillermo, murió cuando se desempeñaba como Secretario General de la Universidad a los treinta y seis años, en el año 1934.
Fuentes:
- Cuaderno de Bitácora, Luis Alberto Sánchez
- Testimonio Personal Memorias de un peruano del siglo XX, Tomo I, Luis Alberto Sánchez,
- Hombres e ideas en el Perú, Jorge Guillermo Leguía
- Cuaderno de Bitácora, Luis Alberto Sánchez
- Testimonio Personal Memorias de un peruano del siglo XX, Tomo I, Luis Alberto Sánchez,
- Hombres e ideas en el Perú, Jorge Guillermo Leguía
No hay comentarios.:
Publicar un comentario