domingo, 18 de febrero de 2018

LA PRINCESA DE BORBÓN: EL CURIOSO CASO DEL HOMBRE MUJER

Impactaba en el escenario. Era alto, rostro agraciado y rasgos tersos; voz aflautada y ojos grandes, oscuros y profundos. Solía usar un sombrero negro adornado con grandes y delicadas plumas de colores rosa y violeta. Su calzado era más pequeño que el tamaño de sus largos pies y como parte de su elegante ajuar, llevaba suaves medias negras con finos detalles calados.
Luis Fernández había nacido durante la Primera República, entre los años 1873 y 1874, en una pequeña y soleada aldea cercana a A Coruña, provincia de Galicia al norte de España; un puerto bañado por el Atlántico al que le envuelve un halo de misterio, el mismo misterio que envolvía a este joven inquieto. Cuando en la aldea llegaba el verano, llegaban también las fiestas de carnavales, fiestas donde le gustaba cantar disfrazado con la ropa de su madre. No le gustaban los trabajos comunes en la aldea, a Luis le fascinaban los escenarios y los teatros llenos de público. Se vivía una época de huelgas y manifestaciones que llevaron a que muchos de sus amigos migraran a Cuba o Argentina y como él tenía familia en Buenos Aires, se fue para esas lejanas tierras. Allí empezó cantando y luego se animó a bailar. El cabaret era su mundo. Sus actuaciones eran atrevidas, sus movimientos tan femeninos que llegaban al colmo de la exageración. Al poco tiempo, fue conocida como "La Princesa de Borbón".

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Fernández era un personaje tentador, sugerente y a la vez, misterioso. Sin embargo, sus modelas eran, por lo general, torpes, tan torpes que hacía evidente ante los ojos del público que se trataba de un travesti. Su compañero de día y de noche, era un sombrero negro con el que no solo seducía sino también, le servía para ocultar su suave rostro ante las miradas que lo hacían sospechoso. Para la "Princesa de Borbón" la principal razón de trasvestirse, no era finalmente la actuación y el aplauso de público en los teatros. La razón era estafar a los pobres incautos que se veían enredados entre sus garras. Al parecer, Fernández era parte de una suerte de banda conocida como "Los ladrones travestis" y se les reconocía porque conocían cómo moverse como "Pedro por su casa" por las calles. Cuando aparecía algún guardia, se subían cual rayos al carruaje de un cómplice que los esperaba en una de las esquinas, daban la vuelta a la manzana, para luego alejarse a toda velocidad en el primer tranvía eléctrico que pasara.
Alrededor del año 1900, "La Princesa de Borbón" viajó por diversos países de Sudamérica hasta desembarcar en el puerto del Callao. Al llegar a la ciudad de Lima, continuó con sus aventuras. Con la ayuda de una amiga travesti que había conocido, "La Bella Otero", mucama también, en la casa de una familia millonaria, Fernández se hizo pasar por la hija de un magnate mexicano, hospedándose en un lujoso hotel del centro de la capital. Al permanecer en este hotel limeño, lo que buscaba la princesa en realidad, era hacer que un ministro cayera entre sus redes. Y lo consiguió. ¿Quién era el ministro? No lo sé. Lo que se sabe es que logró su objetivo y fue en una fiesta que se organizó una de esa noches en el mismo hotel. El enamorado ministro cayó estafado por la princesa que terminó sacándole todo el dinero que pudo; luego desapareció con el suculento botín. El amante funcionario al ver que su princesa no aparecía, notificó su desaparición a la policía. El descubrimiento de la policía de que este curioso travesti se encontraba de huésped en la ciudad causó los comentarios más risueños en la prensa y en los cafetines. Después de una larga búsqueda, cuando la policía dio con su paradero, "La Bella Otero", se escapó con todo el dinero que les quedaba. El enojado funcionario logró más tarde, embarcar a Fernández en el primer vapor hacia Valparaíso. Al llegar, luego de un largo trayecto a Santiago, siguió haciendo sus fechorías. Se fue a los lugares más insospechados. Sedujo a un aristócrata millonario que al darse cuenta de su condición sexual puso en cuestionamiento la suya y sin poder resolver este conflicto interno, acabó suicidándose. A "La Princesa de Borbón" este hecho le importó poco o nada. A los pocos días partió a Montevideo y en esa ciudad conoció, en un club nocturno, al comisario del pueblo del que fue su amante, mostrándose ambos en público sin ningún reparo. Fernández  no podía con su genio. Al poco tiempo se cansó del comisario y regresó a Buenos Aires. En esa ciudad trató de estafar ni más ni menos que al Congreso Nacional. Les solicitó una pensión como viuda de un soldado paraguayo el cual no existía. El Congreso al darse cuenta que todo era un cuento y que el documento presentado era falso, le negó el pedido.
Luis Fernández, durante largo tiempo se la pasó, de comisaría en comisaría, lo dejaban en libertad y luego volvía a las andanzas. Pasaron los años y sus edad lo fue alejando de los oscuros cabarets y la pobreza, poco a poco, pasó a ser parte de su vida. La que fue "La Princesa de Borbón", murió en la extrema pobreza en la década del treinta.

Fuente y fotografía: Revista Variedades 1913

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