Además de identificarse como Juan Croniqueur en La Prensa, también empleó otros seudónimos menos conocidos como Jack, Kendal y Monsieur de Camomille como cronista hípico; además de Sigfrido y JC como cronista teatral, cuando colaboraba con otros medios de prensa. José Carlos Mariátegui La Chira nació el 14 de junio de 1894 en la soleada ciudad de Moquegua al sur del Perú. A doña Amalia, su madre, le ocurrieron dos desgracias durante la infancia de José Carlos: la muerte de su hijita Amanda y el cese de la ayuda de Francisco, el padre de sus hijos. Su naturaleza era endeble y esto se agravó más cuando de niño recibió un golpe en la rodilla.
Su caminar era como el de un gorrión, a saltos, pero sin descansos ni pausas. La enfermedad le impuso a José Carlos un defecto en el andar, que motivó a sus amigos limeños a llamarlo con cruel cariño, "el cojito Mariátegui".
"Te abrazo con toda mi alma, cojito genial". Le escribió Valdelomar desde Trujillo, en junio de 1918.
Su estatura era menos que mediana; sus manos muy delgadas y se aferraban al puño de un bastón; su pelo era negro, abundante, peinado a un costado y lustroso; le caía sobre la frente un mechón sobre su rostro muy pálido. Sus ojos eran negros, profundos y brillantes. Tenía una voz chillona que no agradaba. Decía: "Estas gentes no me quieren bien". A los que le disgustaban les colocaba el mote de "zafios" un estilo similar al que tenía Valdelomar.
Al igual también que Valdelomar, tomaba té en el Palais Concert y ahí mismo se ponía a escribir en álbumes de algunas limeñas aficionadas a la literatura. Frecuentaba bailarinas, violinistas y pintores; conoció a Anna Pavlova y a la Rouskaya. Enamoraba, románticamente, a una niña aficionada al arte y lo pregonaba. Se rindió a los paraísos artificiales pero como un simple transeúnte. Era belicoso y polémico y como tal, Juan Croniqueur se enfrascaba a menudo en discusiones acompañado de un vaso de chop y salchichas Frankfurter en el café Berlín; helados de biscuits, guindas o naranjitas con Leonidas Yerovi en el Giacoletti de la avenida de la Colmena; para cenar a la medianoche en Los Balkanes. Escribía en todos los álbumes de Lima. En uno, el de Gabriela Urbina, Valdelomar había dejado unos versos adornados por "La Chansone d´Automne" de Verlaine; Luis Góngora su "Borodine" y Pablo Abril "Tus manos". En el diecisiete se matriculó en la Universidad Católica.
"Me matriculé, una vez en Letras, en Lima, pero con el solo interés de seguir el curso de latín de un agustino erudito".
Tenía veinte años pero ya conocía a Manuel González Prada y a su hijo Alfredo. Prada lo estimaba profundamente y lo demuestra en una carta enviada a su hijo Alfredo. A esa edad ya escribía en La Prensa "Episodios de la vida cotidiana"; diario al que había llegado a través de Juan Manuel Campos, un amigo anarquista en 1909. A los veinte publicó "Cartas a X"; versos y cuentos en Lulú y versos frívolos en El Turf. Le gustaba leer las revistas destinadas a niñas bien. En La Prensa conoce a Abraham Valdelomar, a César Falcón y a Félix del Valle, con ellos se reunía a menudo en las peñas literarias del famoso Palais Concert, sobre la calle Baquíjano, muy cerca al edificio de La Prensa. Una tarde de fines de 1914, mientras se escuchaba la música de las Damas Vienesas, orquesta que amenizaba la confitería, Valdelomar anunció el proyecto de lanzar Colónida como una publicación modernista y de combate. Entusiasmado, José Carlos, participó en la preparación de los cuatro números de la revista.
La noche del 4 de noviembre de 1917, en el clímax de la Belle Époque, Mariátegui fue uno de los promotores y asistentes al baile de la Rouskaya en el Cementerio General de Lima, esto le valió ser apresado junto a Falcón y al violinista Cáceres acusándolos de haber profanado el cementerio y escandalizado a la sociedad. Al día siguiente fueron puestos en libertad. Años después, en 1919, el entonces joven Mariátegui, participaba de las sabrosas tertulias que protagonizaban sus compañeros, no muy adultos tampoco, porque no sobrepasaban los treinta años. La actitud del futuro fundador del socialismo peruano era la de un observador atento y callado, que anotaba todas las cosas que le parecían interesantes. Por entonces, José Carlos, buscaba expresar sus sentimientos más íntimos por medio de versos que no eran muy comprendidos por el público, como él mismo lo confesaba.
Por ese entonces, el presidente Leguía, tentó a diversos periodistas de oposición con exilios remunerados por cuenta del Estado. Entre ellos estaban José Carlos Mariátegui y César Falcón, por esos días ambos estaban imposibilitados de ganarse la vida como periodistas por presiones del nuevo gobierno sobre las imprentas y los anunciantes. Fue así que los dos amigos viajaron a Europa a fines de 1919. José Carlos tenía veinticinco años, su condición económica era modesta, consciente de su incompleta preparación autodidacta, aceptó el puesto que le daría la oportunidad de prepararse. Su permanencia en Europa duró hasta principios de 1923. Eran los días del auge del comunismo en Italia -y en este país residió la mayor parte de aquellos cuatro años-, le tocó ver allí la iniciación del fascismo. En Europa, además, conoció a su gran amor, Anita Chiappe, a la que se unió en matrimonio. Sin embargo, al regresar al Perú, Mariátegui cayó enfermo algo que lo obligó a tener que internarse en una clínica. La crisis se localizó en la pierna sana. Se produjo la amputación. Quedó invalido. Desde Mundial, Luis Alberto Sánchez, escribió un articulo invocando la solidaridad de los escritores y retando al público por su olvido e incomprensión, el Circulo de La Prensa organizó una velada, pero a última hora, se dividió con otro periodista enfermo, el señor Origi Galli.
De Europa Mariátegui trajo al país el proyecto de fundar una revista progresista que sirviera de avanzada y que promoviera los ideales socialistas. Con este fin, lanzó el primer número de Amauta en 1926. Quiso llamarla Claridad como la revista fundada por Haya antes de ser proscrito pero algunos lo disuadieron. Entonces le sugirieron otros nombres, como Vanguardia, pero no, tampoco se pusieron de acuerdo. Fue así que el pintor José Sabogal le propuso llamarla Amauta y se ofreció a pintar la portada. Ese nombre sí fue aceptado por todos. Por otro lado, Mundial había inaugurado tiempo atrás, la sección "Peruanicemos al Perú" que poco después él la asumiría transformándose más adelante en su célebre "Siete Ensayos de Interpretacion de la Realidad Peruana".
Era el 10 de abril de 1930, se sabía que Mariátegui estaba en una clínica; a los pocos, el 16 de abril, falleció. Al día siguiente era Jueves Santo, a la velada de su homenaje y en beneficio de sus hijos acudió muy poca gente. Sin embargo, en su sepelio hubo una muchedumbre de obreros, estudiantes y artistas. Sus amigos personales de la CGTP, portando banderolas rojas entonaron, entre sollozos, "La Internacional". Argentina le dio un emotivo homenaje -quizá el más significativo- luego Uruguay, Chile y Cuba. En Estados Unidos se realizó una colecta en pro de sus hijos. El más insignificante y el más incomprensivo fue el nuestro.
Fuentes:
- "Cuadros vivos, breves biografías peruanas", Luis Alberto Sánchez-Hugo Vallenas
- "Pensamiento y Acción en González Prada, Mariátegui y Haya de la Torre", Eugenio Chang-Rodríguez
- "Valdelomar o la Belle Époque, Luis Alberto Sánchez
- Federico More, "Un maestro del periodismo peruano"
Brillante reseña.
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