Hoy era el cumpleaños de mi abuelo Edgardo Rebagliati Martins (1895-1958). A mi abuelo nunca lo conocí, nunca escuché su voz, nunca le pude abrazar ni tampoco pude decirle te quiero! Muchos piensan que fue médico porque su nombre está en el hospital Rebagliati. Mi abuelo que nació en la templada y soleada ciudad de Huánuco, fue periodista, escritor y abogado experto en seguridad social. Cursó estudios en el colegio Nuestra Señora de Guadalupe y, posteriormente, ingresó a los claustros de la Casona de San Marcos para seguir la carrera de Derecho y Ciencias Políticas. Empezó, allá por el año 1915, a trabajar en el diario de la calle Baquíjano, en La Prensa, de propiedad, por ese entonces, del liberal Augusto Durand Maldonado bajo la dirección de Luis Fernán Cisneros. Años más tarde, en los albores de la década del veinte, entró a trabajar a la revista Mundial dirigida por Andrés Aramburú Salinas hasta 1930 que se produjo la caída del régimen de Leguía. Mundial, junto con Variedades, eran las dos revistas más importantes de esa época. Poco tiempo después, fue jefe de redacción. Cuenta Luis Alberto Sánchez, quien también colaboraba en la revista, que en Mundial había, aparte de periodistas de polenda, mucha camaradería. Dice: "era una tribu alegre, unida y entusiasta". José Diez Canseco recuerda: "cuando salíamos de Mundial íbamos al Morris Bar a tomar pisco sour en compañía de Raúl Porras Barrenechea, Jorge Basadre, el cholo Sánchez, el "marchosito" Rebagliati, Toto Mould y a veces caía, lleno de anécdotas y de simpatía Pepe Gálvez". "Rebagliati era infatigable" menciona José Gálvez. Mundial estaba ubicada en el 152 de la calle Mantas (hoy cuadra uno del jirón Callao) una calle que fue muy atractiva por sus balcones tallados y sus tiendas de venta de "ropa de la tierra"; su teléfono era el # 88. La redacción, el área más rebelde a la disciplina, era el punto de encuentro de los que querían sentarse a conversar aunque sea por un instante; siempre estaba llena de gente que discutían sobre cualquier tema desde literatura, teatro, política hasta música y todo lo que por esos días era de interés. Su lugar en la revista se ubicaba en un ambiente muy pequeño que lo llamaban la "bombonera", donde habían dos escritorios y varias sillas; estaba junto a la administración, a la entrada del edificio; allí, las revistas de todos los países se podían ver por todas partes hasta desparramadas por el piso y, en las paredes, decenas de dibujos recortados de los periódicos con caricaturas y retratos anacrónicos. Encima de todo ello, un letrero que decía: "aquí están demás los genios y los historiadores".
Los redactores no cumplían con entregar los originales en el día y la hora señalada; ellos también tenían que ir los sábados para no saber cuánto tiempo se iban a quedar. Mi abuelo escribía artículos en la sección "Cabezas" y estos trataban sobre personajes políticos de la época, ilustrados con dibujos a pluma de José Alcántara; además de sus crónicas y entrevistas. Recuerdo una de sus crónicas escrita en 1923, se titulaba: "Un día con el presidente Leguía". Todo una jornada -desde la mañana hasta la noche- con el presidente siguiéndole el paso a paso en la antigua Casa de Pizarro. En 1924, para el Centenario de la Batalla de Ayacucho, se preparó un número especial a cargo de Edgardo Rebagliati, Luis Alberto Sánchez y Carlos Aramburú Salinas; para esa edición no se escatimaron esfuerzos en buscar la cooperación de todo escritor sin importar de qué tendencias políticas eran.
No dudo que mi abuelo haya atravesado varias veces las puertas del Palais Concert; que haya almorzado en el Jardín de Estrasburgo o acudido al patio central del viejo hotel Maury; que se haya detenido un momento en la librería "Aurora Literaria" o escuchado a la famosa orquesta de las damas vienesas y que haya tenido, bajo el aroma del jengibre, del café o de la menta, largas tertulias con José Carlos Mariátegui, Abraham Valdelomar (ambos coincidieron en La Prensa en el año quince), César Falcón, Federico More, Pablo Abril de Vivero, Percy Gibson o hasta Alfredo González Prada.
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