"Se desvive por hacernos pose, ignorando que yo puedo darle lecciones maestras de este, mi difícil arte predilecto".
A finales de 1915, en pleno clímax de la Belle Époque, aquella época de la afición a vicios raros, a escribir libros exóticos y ruidosos, a fumar opio, a beber ajenjo y comer champiñones y caviar acompañados de una copa de champagne; llegó a Lima, el filósofo, médico y escritor argentino José Ingenieros (1877-1925), quien por entonces firmaba como debía ser, es decir, "Ingegnieros". Era hijo de un anarquista italiano refugiado en la Argentina, andaba por los cuarenta años. Ingenieros había publicado "El hombre mediocre", un libro que, junto al "Ariel" de Rodó, formaba parte de la biblia de los jóvenes decadentes de América latina.
Abraham Valdelomar |
"La poses de Abraham Valdelomar buscaban irritar los espíritus pacatos o superficialmente píos que poblaban la Lima del 900, lo que pretendía era burlarse de una élite que fracaso en su papel de conductora" (Federico More).
En esta entrevista a José Ingenieros, por el que Abraham Valdelomar (1888-1919) sentía admiración por su fama y sus libros, se revela el desencanto del reportero; es que Ingenieros amaba desenfrenadamente la pose, lo que despertó anticuerpos en su interlocutor que también pecaba de lo mismo. Sin embargo, en Abraham Valdelomar la pose era una característica. La pose le era familiar. Difícil era distinguir en él un gesto fingido de otro sincero. Para Luis Alberto Sánchez, la pose en Valdelomar era, hasta cierto punto, una exageración de la sinceridad. Para el Conde de Lemos la sinceridad y el fingimiento no estaban amalgamados. No. Hacía teatro para los que le hacían teatro, para los que lo miraban mal.
Valdelomar suponía que a los hombres grandes habría que encontrárselos en lugares solemnes, rodeados de admiradores, o solos, taciturnos, en la paz de una fría biblioteca. Sin embargo, se encontró con José Ingenieros en la calle. Sí, en la misma calle; en esas fisgonas calles de la Lima del Palais, lleno de luces y espejos; de la Lima de mujeres luciendo un ostentoso lujo; de los "niños góticos" con sus talles de avispa y pantalones de tubo.
José Ingenieros es un hombre como cualquier otro. Su celebridad, su maravilloso talento, sus dotes de escritor, no aparecen en su persona por más que uno los busque. Viste una americana plomiza, usa zapatos amarillos, corbata de color. Casi un huachafo. Bajo su frente ancha y vulgar, no parece vivir ningún problema, en sus ojos no anida ninguna pregunta; es un hombre de fisonomía lastimosamente incolora; si yo lo hubiera encontrado en la calle sin que me le hubieran indicado, jamás habría creído que ese señor fuera un sabio. Parece cobrador de la luz eléctrica.
José Ingenieros |
Atolondradamente me saluda, conversamos a toda velocidad, me dice todas las frases que dicen todos los hombres cuando se les elogia. Fuma un cigarro y lo enciende con un automático de bencina.
- ¿Ha conocido usted algo de Lima?
- Sí. La catedral, Belén, el Palacio de Pizarro, el Club, el Zoológico
- ¿Que piensa usted?
- Nada .....
- Explíqueme usted su impresión definida sobre Lima.
- Lima es muy interesante, lamento mucho no conocerla en detalle
- ¿Ha observado usted la psicología de sus pobladores porque supongo? ...
- Déme usted un cigarro.
- ¿Cuántos libros ha escrito usted?
- Tantos ..... Once libros. Actualmente estoy escribiendo un sistema filosófico basado en las ciencias naturales, fisiológicas y biológicas ... Es una labor que me ocupa ya varios años y que me ocupará quince o veinte años más ....
- ¿Qué edad tiene usted?
- Después de los treinta cualquier respuesta resultará tan indiscreta como la pregunta. He observado que la Escuela Normal de Mujeres está dirigida por monjas y esto me ha desconcertado. ¿Qué tienen que hacer las monjas con la pedagogía? Es como si ustedes quisieran que una instalación inalámbrica estuviera dirigida por el prior de La Merced. Supongo que se trata de ideas religiosas muy respetables en toda sociedad, pero la religión es una y la pedagogía es otra.
- Tenga usted un cigarro.
"Yo nunca he tratado a un hombre célebre. Ante todo, José Ingenieros es un poseur, un gran poseur, pero un poseur vulgar: no sabe hacer teatro. Habla gesticulando, se da importancia, sabe que se le admira, sabe que cada gesto, cada actitud, cada giro, van a ser consignados en el reportaje".
- ¿Ha lamentado usted algo?
- Sí. No conocer el Cusco. Pero de Mollendo a la ciudad de los Incas hay tres días de ferrocarril. Es una lástima. No la conoceré nunca.
- ¿Que le impresionaría en el Cusco?
- Los palacios, los templos.
- ¿Cree usted que se podría ensayar géneros literarios a base de la civilización y la historia de los Incas?
- Eso es literatura. ¿Para qué sirven los poemas y las novelas? La literatura es un medio pero no un fin. Ustedes necesitan caminos y ferrocarriles, como en la Argentina. Yo creo que la civilización de un pueblo se conoce en el color.
- ¿En el color?
- Sí. El pueblo que tenga a todos sus ciudadanos blancos será el más civilizado.
- Es original.
- Sí. Soy preconizador de la gran civilización. Ferrocarriles, caminos, electricidad, pedagogía. Todo lo demás es secundario.
- Esa es una tendencia futurista a lo Marinetti.
- Hay que eliminar de todos nuestros pueblos el factor indio. es necesario reemplazarlos por gente blanca, por cerebros nuevos.
- ¿Quiénes son sus autores favoritos?
- Yo leo todo. Aquí llevo unos folletos de Paz Soldán ...
"No tiene la pose magnifica de D'Annunzio, ni la aristocracia de Rostand; tiene una pose llena de timideces, toda la tarde estuvo dudando y por fin no se atrevió a decirme estas tres palabras: soy un genio".
- Voy a trasladar todas estas frases al periódico ...
- Haga usted como guste. Algo más, si quiere invente una interviú; así se ahorra usted trabajo y yo también.
- ¿Y si ello le disgustase?
- No se moleste. Todo lo que interrumpe mi digestión me parece secundario.
Le palee el hombro, con cariño y se quedo contento.
- ¿Qué libros lleva usted en la mano?
- Unos folletos sobre Sarmiento. Yo admiro a Sarmiento. Es el hombre que ha hecho la República Argentina.
- ¿Usted ejerce como médico?
- Sí.
- ¿Donde nació usted?
- En Buenos Aires.
-¿Conoce usted a algunos peruanos?
- Sí. A Riva Agüero, a Gálvez, a Belaúnde lo conocí en España. A los García Calderón.
- ¿Nunca ha oído usted hablar de mí?
- No.
- Es raro ... ¿Vuelve usted al Perú?
- Si. De regreso del Congreso de Washington.
Llegamos al Callao. Bajamos. Tomamos una lancha. Subimos al vapor ...
- Quiero que me dé usted un autógrafo.
- ¿Para qué?
- En Lima se le admira y el público verá con gusto una idea suya suscrita, especialmente para él.
- ¿Pero qué voy a decir?
- Una idea, un pensamiento cualquiera.
- Me pone usted en aprietos. Si tuviera aquí mi biblioteca, podría tomar algo, pero en la borda de un vapor, vamos, que no sé ...
- Es que no lo voy a dejar tranquilo.
- Sí, los periodistas sois como los dentistas. (Efectivamente los dentistas habían invadido el vapor. Dentistas en la borda, dentistas en la escala, dentistas en el salón, dentistas en los camarotes, entre las cervezas ....).
- ¿Pero me va a dar usted un autógrafo?
- ¡Ay, si yo no sé qué decir, che! De pronto el profesor se sienta ante una mesita de tapete verde. Coge el lápiz, hace como que piensa, se pone la mano en la frente, desiste, hace teatro, y por fin traza con pulcritud las lineas.
Al caer la tarde llegó la hora de despedirse. Salimos, un abrazo al simpático ingenio argentino. Un abrazo efusivo. Él se queda contento y a poco no se ocupa de nosotros y olvida que ha hablado con un periodista y yo bajo del barco convencido de que José Ingenieros es un poseur empedernido, un efectista que me ha hecho teatro. Pero haciendo teatro este escritor argentino, este filosofo, ha fracasado. No se ha dado cuenta de que el que estaba haciendo teatro era yo ...
La entrevista fue publicada en La Crónica" el 26 de noviembre de 1915
La entrevista fue publicada en La Crónica" el 26 de noviembre de 1915
Abraham Valdelomar fue poseur. Ahora no lo es. Ahora es, tan solo, Abraham Valdelomar, él es él, y eso basta.Fuentes:
- Valdelomar y la Belle Époque, Luis Alberto Sánchez
- Valdelomar por él mismo. Editor Ricardo Silva-Santisteban
- Abraham Valdelomar vida y obra, Antología integral, Dr. César A. Ángeles Caballer
«...Abraham Valdelomar fue poseur. Ahora no lo es. Ahora es, tan solo, Abraham Valdelomar, él es él, y eso basta.»
ResponderBorrarValdelomar si fue UN GENIO
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