viernes, 2 de marzo de 2018

GEORGETTE

Su rostro tenía el encanto de una exótica belleza. Alta y esbelta, de soñadores ojos verdes. Esos ojos verdes que se entretenían observando, desde la ventana de su residencia, en el número 19 de la rue Moliére, el ir y venir de los transeúntes de la calle y en ver cómo vivía el nuevo vecino del hotel del frente, el hotel Richelieu, cuyas ventanas estaban siempre cerradas. ¡Pobre -pensaba- será ciego, tal vez, sordomudo! Un domingo muy temprano en la mañana, ve desde esa misma ventana a un hombre alto, vestido con un traje de un azul intenso y que, impecable con su sombrero hacia un lado, le hace una pequeña venia, acompañada de una discreta sonrisa y de un ¡bonjour mademoiselle! Al poco tiempo, Georgette Marie Phillipart, de diecisiete años, empieza a interesarse por aquel vecino que le llevaba muchos años. Ese vecino de tez olivácea, frente amplia, de mirada profunda y un ligero tipo hindú. Su mirada no se detenía en los ojos o en el rostro. Su mirada parecía que atravesaba y continuaba miles de kilómetros más allá.

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Era el verano de 1925, aquellos días transcurrían placenteros en París, la luz era dorada en ese París que Vallejo lo describe en "Hallazgo de la vida": "¡Señores! Hoy es la primera vez que me doy cuenta de la presencia de la vida. Ruego a ustedes dejarme libre un momento para saborear esta emoción formidable, espontánea y reciente de la vida, que hoy, por primera vez, me extasía y me hace dichoso hasta las lágrimas". 
La presencia de esta bellísima parisina de alma inquieta, fina, vehemente, lo cautiva con su dulzura al punto de devolverle la alegría de los días de su niñez. Esa niñez cuando jugaba libre por los campos de Santiago de Chuco. Hirondelle* la llama. "Mi gozo viene de lo inédito de mi emoción. Mi exaltación viene de que antes no sentí la presencia de la vida. No la he sentido nunca. Nunca, sino ahora, ha habido vida ........."
Un atardecer de 1927, ambos se encuentran en la rue Montpensier. Allí el poeta le manifiesta su deseo de acompañarla dos días a la semana. La esperaré -le dice- en un café de la avenida de L' Ópera. Transcurrían los días, las semanas y todo marchaba viento en popa. El bosque de Boulogne y el Museo del Louvre lo visitan con frecuencia. A él le gusta la pintura de El Greco. Ella prefiere la sala Ingress, allí entiende el lenguaje de desnudeces marmóreas, en la que nota que la vida palpita. Le confía que se habría sentido feliz posando como Venus para los ojos del pintor. En música, Hirondelle, sabe más que Vallejo. Chopin la conmueve y pronto comprenderá el mundo de Beethoven. Georgette había quedado huérfana de padre desde muy niña. Conocía la repulsión de su madre hacia las personas desconocidas, especialmente de origen americano, porque tenía la certeza de provenir de la nobleza napoleónica. Las citas se hacen cada vez más frecuentes. A los pocos días la madre de la muchacha los sorprendió caminando por la avenida de L' Ópera. Con una mirada furibunda ordenó a su hija que volviera a casa. ¡Es inaudito!, le dijo. ¿Qué quiere decir ese comportamiento? ¿Qué tratos tienes con este señor? Somos amigos, le respondió su hija. Es un gran escritor peruano, un poeta. Aún así se tratara de un poeta francés te diría ¡No señorita! Mañana mismo saldrás de París, y al día siguiente la joven viajó a Orléans. Poco tiempo después la señora Phillipart, desde la misma ventana, pudo comprobar que el poeta, pretendiente de su hija, salía con una pequeña valija. Vallejo se mudó a un discreto hotel en el #32 de la rue Sainte Anne. Hirondelle le había prometido volver.

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Tristeza, decepción y mucho silencio. Habían pasado seis meses y todo era silencio. No había noticias de Georgette. El poeta regresa a su vida de bohemia. Los cafés y los bares de Montparnasse son lugares de reuniones. Sentado con sus libros en el café de la Régence, frente a la Comedia Francesa, asoma una nueva tentación, Henriette Maisse, una joven modista de Versalles, modesta y delgadita, que acepta irse a vivir con él. La vida de bohemia lo persigue y renuncia a "Les Grands Journaux". Mayo y junio de 1928 son meses trágicos para el poeta y para la pobre chica que lo acompaña, luego de ser operado de una hemorragia intestinal que lo lleva a estar postrado en cama por más de un mes. Una mañana regresa a su antiguo trabajo, a "Les Grands Journaux", y encuentra allí una carta con sobre de luto. Era de Georgette. Su madre había fallecido. Vallejo le respondió la carta y a los pocos días ella estaba de regreso en París. En enero de 1929, Georgette de veintiséis y él de cuarentiún años, contrajeron matrimonio en el municipio del barrio XV de París. Viajan de luna de miel por Niza y las playas del mediterráneo. Mas tarde continúan hacia Moscú, deteniéndose en Bruselas, Berlín y Varsovia. La arquitectura moscovita es para la joven esposa de Vallejo, por decir, extraña. Con algunos elementos de Mongolia, Turquía, un toque de China y otro tanto de Francia. A su regreso se instalan en el departamento del 19 de la rue Moliére; un departamento con muchas habitaciones, con muebles antiguos, grandes y pesados espejos biselados y un gran piano donde ella ejecuta algunos lieds y sonatas.
Vallejo enferma de un viejo paludismo y fallece el 15 de abril de 1938, en la clínica Arago de París, una fría mañana cuando caía un fuerte aguacero. Años más tarde, en 1951, su viuda viajó al Perú a bordo del "Reina del Pacífico", con un pasaje de tercera. Al llegar al puerto del Callao lo único que portaba era una pequeña valija y un pequeño paquete de documentos inéditos. Fue recibida, entre otros, por Raúl Porras Barrenechea y Sebastián Salazar Bondy. Quise volar al Perú, ¡viajando por mares infinitos!, y aquí estoy. En octubre del año siguiente llegaba a Santiago de Chuco, allí se encontró con María Jesús, una mujer muy anciana, pequeña y de cabellos blancos. Era la hermana mayor de los doce hermanos Vallejo. ¿Dónde está el sillón "ayo", y el campanario de la iglesia, y el cementerio y la Fiesta del apóstol Santiago? preguntaba Georgette a los que la acompañaron en ese viaje.
Georgette fue internada en la clínica Maison de Santé, el 14 de febrero de 1979, por un problema cerebro vascular. Ocupó hasta su muerte, el 04 de diciembre de 1984, el departamento # 328 en el tercer piso de la clínica. El embajador de Francia en el Perú de ese entonces, hizo las gestiones para que Georgette de Vallejo fuera atendida en esa clínica, con apoyo de la Sociedad de Beneficencia Francesa y una subvención de mil francos mensuales que otorgó el Gobierno de Francia. Durante todo ese tiempo Georgette gozaba de una memoria clara, a ratos jovial y a ratos sensible. A pesar de estar inmovilizada lee su libro: "allá ellos ... allá ellos". Era agresiva con los periodistas y editores, porque les recordaba a los mercaderes del templo que han hecho negocio con las obras de Vallejo. Por esa razón, era imposible obtener una entrevista periodística. Sin embargo, había que estar muy cerca de ella para comprender la inmensa ternura que guardaba dentro de ese carácter introvertido.
* Golondrina en francés
Fuentes:
- Vallejo & Barranco/Barranco, la ciudad de los molinos, M. Gonzalo Bulnes Mallea
- Vallejo: Dos amores en París, Teodoro Rivero - Ayllón
- Georgette de Vallejo: la viuda más triste del mundo, Guillermo Thorndike

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