domingo, 19 de noviembre de 2017

LIMA ANTIGUA: SUS CALLES, SUS CASAS Y SUS CALLES EN EL AIRE

Las calles de Lima no habían cambiado desde el virreinato, la mayor parte de estas estaban sin pavimento; el polvo y una fina arenilla cubría sus aceras y calzadas; en casi todas ellas el agua corría por sus acequias, en algunas, un arroyuelo en el centro. Al caminar por estas calles se podían ver hermosas iglesias y desde ellas se escuchaba cada día y durante quince minutos, el repique de sus campanas tres veces al día: a las seis de la mañana, a las doce y a las siete de la noche. Si había algún acontecimiento especial éstas podían escucharse a cualquier hora del día, hasta las diez de la noche. Las calles estaban iluminadas por faroles y los serenos de cada barrio debían cuidar de ellas desde el atardecer y anunciar la hora a partir de las diez de la noche, en voz alta e indicar si el tiempo estaba tranquilo, lluvioso o ventoso. A partir de esa hora cesaban los ruidos en la ciudad, los bailes y reuniones bulliciosas estaban prohibidas. Reinaba el silencio, lo único que se escuchaba era la voz cantante del sereno que daba la hora con estas palabras: Ave María Purísima ¡Viva el Perú y sereno!
Al establecerse Lima en un desierto, no abundaba la piedra. Esta carencia obligaba a que las           construcciones se hicieran empleando el adobe, lo que no permitía gran lucimiento.
Casa Riva Agüero, Lima
Por su clima templado, sin cambios bruscos, ni lluvias, por su paisaje arcilloso, desértico, y sus primeros habitantes andaluces, Lima tomó desde un principio la fisonomía de una ciudad musulmana, la construcción de grandes paredes de adobe, lisas y coloridas tuvo tres lujos exteriores: las amplias portadas señoriales, la ventana de hermosas rejas y los balcones de madera tallada como galerías salientes y suspendidas. (Arq. Héctor Velarde) 
En la colonia, los tipos de casas variaban de acuerdo a su ubicación, sea en el campo o en la ciudad; al clima de las distintas regiones, a la altitud y a la clase social de quienes las habitaban. En la capital uno de los tipos más modestos era el callejón formado por casas de dos o tres habitaciones, con acceso por un pasaje estrecho y sin techar. Habían otras, no muy diferentes a las del callejón, que eran pequeñas casas de tres o cuatro habitaciones en fila, estas casas tenían un patio-cocina o corralito sin ventanas al que se podía acceder directamente desde la calle. La casa corriente de la colonia era de un solo piso y de paredones llanos. Sobre esas casas, surgían de las azoteas, un tipo de ventanas tan antiguas como la fundación de Lima, una especie de claraboya llamada teatina que les permitía el ingreso de la luz del sol. Las casas de la gente de clase alta, las encumbradas, es decir, los altos funcionarios, los grandes comerciantes, los propietarios de tierras o minas y las clases intermedias, se distinguieron por ocupar lotes llamados "solares" que podían ser grandes o medianos y, dependiendo de eso, les permitía tener patios para iluminar y ventilar las habitaciones; además, contaban con huertos y jardines. Antaño, antes de la guerra de la Independencia, en las casas habitadas por los de la clase social más alta, los utensilios de menaje, lavadores, jarras, vajillas y los candelabros, eran de plata maciza y los muebles estaban cubiertos de pequeños objetos de filigrana, imitando pavos reales u otros animales.

Calle en Barranco, Lima
Antaño, la ausencia de bancos y la desconfianza ante aquellos banqueros tan afectos a las quiebras y pérdidas, dieron lugar, a la costumbre de guardar en insospechados lugares de las casas y haciendas los dineros sobrantes. Hubo, en ciertas épocas, el hábito de usar estos métodos para evitar asaltos y robos. Muchas de las antiguas casas, tuvieron disimuladas alacenas, escondrijos y "secretas", como se le denominaba para esconder tesoros. 
Durante la República las casas eran de uno o dos pisos y estaban construidas de ladrillo, adobe y madera. Las fachadas en estas solariegas casonas republicanas, eran de un sólo plano y a plomo con la calle; en el centro de ellas había una gran portada que podían ser sencillas o señoriales construidas en piedra labrada. Tenían un gran portón de madera maciza con postigo que llevaban algunas unas decorativas aldabas; este gran portón -en muchos casos- no sólo permitía la entrada de personas sino, también, de caballos o burros, de jinetes y hasta carretas y carruajes. El portón conducía al zaguán y el zaguán a un patio, que podía tener su piso empedrado o cubierto con una fina arena y una pileta en su parte central. Este patio estaba rodeado, por sus cuatro costados, de crujías de habitaciones con sus corredores o galerías donde se lucían columnas de piedra o unas de madera muy finitas. Las habitaciones que daban a la calle ostentaban hermosas rejas de hierro de "caja" o voladas fuera del plano del muro. En el segundo piso se lucían a cada lado de la portada vistosos balcones. 
....... Y en cuanto alguna casona se desocupaba, surgía la suposición, sobre todo, si el vecindario afirmaba salían ruidos extraños de ella, de algún alma rondadora.
Como el cielo de Lima es plomizo o color "panza de burro", como lo conocemos, se buscó la luminosidad en el color de las fachadas y aún quedan restos de los ocres, el rosa colonial, el azul añil, el rojo o el amarillo; esto le daba alegría a las calles y contrastaba con el tono del cielo limeño. La fina garúa que cae sobre Lima permite que los techos sean planos con coberturas de torta de barro y, si el techo se usaba de terraza, con ladrillo pastelero, en ellas se colocaban sobre las cornisas macetas con flores, toldos o persianas para protegerse del sol; servían también como lugar de juego para los niños o para tender la ropa. Las fachadas, salvo excepciones como la casa de Torre Tagle, no aparentaban ser lujosas; sin embargo, a pesar de la pobreza reinante, algunas se caracterizaban por el boato y muchísimas por el buen gusto.

En su interior, el salón y la cuadra o antecámara, unidas por una puerta de vidrio, eran utilizadas para recibir a los invitados y parientes; el comedor, los dormitorios y otras habitaciones interiores tenían comunicación con un segundo patio, llamado traspatio, cuyas paredes a veces lucían pintadas; allí solía cultivarse un pequeño jardín que se comunicaba con la cocina y, más allá, estaba el alojamiento de los esclavos. Los dormitorios, de acuerdo al rango social, estaban decorados con gran lujo. Los techos eran altos y estaban construidos de madera con viguetas y entablado algunos eran muy sencillos; sin embrago, en otros casos, la carpintería de los techos era de mayor lujo pues estaban magníficamente tallados. Sus pisos eran de tablones de madera, ladrillo pastelero y también de losetas decoradas, las que hoy vemos y que en muchos casos el tiempo, el polvo y el descuido han hecho que apenas luzcan su belleza y encanto. 


Constantemente se alteraban las plantas de las casas, se cambiaba su carpintería y se efectuaban refacciones, y a raíz de los temblores y terremotos, reconstrucciones. Esto continuó hasta principios del siglo XX, muchas de estas casas siguen siendo, en parte virreinales, y en parte republicanas.



Patio Casa de Larriva o de la Riva en el Jirón Ica, Lima
Son muchos y muy grandes y parecen ser "calles en el aire". El fraile Antonio de Calancha
Las calles, sobre todo, las que daban acceso a la Plaza de Armas y las que estaban cercanas a Santo Domingo, San Francisco, San Sebastián, San Pedro y la Inquisición, estaban embellecidas por balcones de madera que les daba el toque de personalidad y que se convirtieron con el tiempo en el sello de la "Ciudad de los Reyes". Los balcones se deben a una herencia que trajeron los españoles a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Los cerrados o de "cajón" fueron símbolo de estatus social y representaron, de alguna manera, la idiosincrasia limeña.


Balcon Limeno---Calle Urrutia, jiron Camana.
Balcón tipo de cajón
Era el balcón lugar de esparcimiento, atalaya de amores, venero de averiguaciones y exposición de gracias. (José Gálvez)
Muchos de estos balcones o "calles en el aire", pueden ser abiertos, rasos, corridos o de cajón;    ellos son una de las características más pintorescas de las viejas calles de Lima; la mayoría de ellos son del color  del chocolate pero también los había de otros colores, como el balcón   verde de   la Casa     del Oidor, una de las más antiguas de la capital, y que es el mismo color que lucía cuando se construyó  a principios del siglo XVII. Los visitantes a la "Ciudad de los Reyes" quedaban encantados por el colorido tan alegre de estas "joyas incrustadas" en las fachadas de las casonas;  algunos de estos balcones tenían en su interior azulejos sevillanos, cómodas bancas para disfrutar del sol de la tarde  o las noches de luna llena. Era el lugar ideal desde donde se podía atisbar sin ser visto; algo parecido  a lo que sucedía con la saya y el manto: las mujeres podían ver pero no se sabía de quién se trataba. Los balcones limeños son únicos en América y tienen por modelo a los moucharabieh -especie de celosía- del Cairo, de Damasco o de Alepo. La madera utilizada era, entre otras, el cedro de Nicaragua, la caoba o el  roble y los tallados fueron trabajados por verdaderos artesanos.   

Fuentes:
. Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
. Itinerarios de Lima, Héctor Velarde
. Calles de Lima y Meses del Año, José Gálvez
. Enciclopedia Temática del Perú, Arte y Arquitectura 
. Peregrinaciones de una Paria, Flora Tristán















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