domingo, 5 de noviembre de 2017

UN LADO DIFERENTE DE GONZÁLEZ PRADA

Hubo una época en que Manuel González Prada (1844-1918), allá por 1870, se establece en Tutumo, en una de las propiedades familiares en el valle de Mala, un valle soleado con verdes campos y un río de aguas cristalinas, ubicado al sur de Lima en la provincia de Cañete. Allí, entre otras cosas, se dedica a leer a Quevedo, Cervantes, Góngora, Fray Luis de Granada y el Inca Garcilaso de la Vega. Vivir en Mala era para él como un retiro, como un desahogo; Alfredo, su hijo, menciona que en ese lugar, su padre se dedicó también a sembrar la yuca, a la manufactura de almidón, y a experimentos de laboratorio con las diferentes especies indígenas del Perú, de los que obtuvo muy buenos resultados pues llegó a abastecer al mercado de Lima. 

Manuel González Prada, era un hombre alto, con un poco más de metro ochenta, muy erguido y de complexión atlética; sus ojos eran azules, sus cabellos plateados y con un agresivo bigote (hasta los cuarenta y cinco usó patillas a la española; pero un día, yendo por la calle, se miró a un espejo, y se vio tan absurdo con aquellos pelos, que entró a una barbería y se los hizo afeitar); solía caminar con una gran dignidad atrayendo todas las miradas. 

"Su elegante manera reflejaba la serenidad de su alma. Su personalidad era tan fuerte que daba la impresión de un hombre capaz de encararse a una asamblea tumultuosa y hostil, e imponerle silencio con sólo un gesto de su mano".

Cada cierto tiempo salía de su retiro para viajar a Lima donde aprovechaba la ocasión para visitar a su madre, doña Josefa Álvarez de Ulloa, una dama de rostro adusto perteneciente a la alta sociedad limeña; estos viajes los hacía a caballo acompañado siempre por un peón, pues por esa época era peligroso cabalgar solo, por los asaltos de los maleantes. En uno de esos viajes, entre Mala y Lima, Manuel que ya pasaba los treinta, conoce a Verónica Calvet de Bolívar, una bella joven de veinticinco años; una buena moza, hija de un comerciante catalán, Pablo Calvet, que vivía muy cerca a la casa de la familia González Prada; la madre de Verónica, Carolina Bolívar, de distinguida familia limeña, estaba emparentada con el que años más tarde sería el primer presidente civil del Perú y fundador del Partido Civil, don Manuel Pardo y Lavalle. Las visitas semanales se hicieron más frecuentes y el 20 de agosto de 1877, nació Mercedes, la hija de ambos. Verónica y Manuel nunca se casaron por lo que la niña  llevó, por cierto tiempo, el apellido Porras Bolívar(1) y no el de González Prada Calvet.
(1) Esto se debe a que su madre se casó, luego de enviudar de Pablo Calvet, con Domingo Porras y Miot.
Sin embargo, antes del nacimiento de Mercedes, el 6 de enero de 1877, con ocasión de celebrarse en casa de su madre, sus treinta y tres años, el escritor conoció a Adriana de Verneuil y Conches, una muchacha rubia de quince años, amiga de Cristina González Prada, hermana de Manuel.

Manuel González Prada 
González Prada confiesa que quedó perdidamente enamorado de la muchacha desde que la conoció. Adriana nació en la parroquia de Villeroy, muy cercana a París, el 25 de octubre de 1864; al morir su madre; Jules, su padre, emigra al Perúacompañado de Adriana y Alfredo, su hermano mayor; llegan al Callao a bordo del "Acapulco" en octubre de 1875. Al  año siguiente, es internada en el colegio Belén, dirigido por monjas francesas de los Sagrados Corazones, donde conoció a parientes y amigas de Cristina González Prada. Con una de ellas comenzó a frecuentar la casa de doña Josefa, la madre de Manuel. Pasan unos años y, en 1885, ambos inician un controversial noviazgo; poco tiempo después, Manuel y Adriana intercambian aros, pero la boda se aplazó por la oposición de doña "Pepa". Luego de dos años, cuatro meses después de la muerte de la madre de Manuel, el 11 de setiembre de 1887, contraen matrimonio en la Parroquia de San Marcelo en Lima. Desde ese momento, Adriana se convirtió en el alma y la vida de Manuel.
Adriana de Verneuil de González Prada 
Poco a poco el hogar de los recién casados se convirtió en el punto de encuentro del Círculo Literario, fundado en 1886. Adriana ayudaba a su marido en sus tareas intelectuales, transcribía sus manuscritos y discursos, estaba atenta a su correspondencia y manejaba la agenda de presentaciones públicas. La pareja tuvo tres hijos: Cristina (1888), Manuel (1890) y Alfredo (1891). Los dos primeros no sobreviven su primer año de vida. Esto sumió a la pareja en la más profunda tristeza y llevó a Adriana a abrazar la irreligiosidad de su marido. Afortunadamente, los amigos y familiares trataron de consolar y distraer a la pareja. Todos los viernes se reunían en la casa muchos intelectuales, especialmente los miembros del Círculo Literario; allí estaban Germán Leguía Martínez, Víctor Maúrtua, Luis Ulloa, Federico Blume, Carlos Rey de Castro, el trujillano Wenceslao Cuadra, entre otros. En 1891, el Círculo Literario se transformó en el  partido político la Unión Nacional que repudiaba a los antiguos partidos y que, además, atacaba frontalmente el catolicismo
En 1891, los integrantes de la Unión Nacional se sorprendieron a la vez que se decepcionaron al recibir la noticia de que don Manuel, su dirigente, gracias al dinero del que disponía producto de la venta de una casa heredada, viajaba a Europa con Adriana, a fin de cumplir un deseo y, al mismo tiempo, olvidar la pérdida de sus dos hijos. Poco tiempo después, parten rumbo al viejo continente haciendo escala en Guayaquil, Panamá y Kingston para, finalmente , desembarcar en el pintoresco puerto de Cherbourg, Francia. Prosiguieron su camino cruzando los soleados campos de manzanos, las verdes praderas con ganado y por los antiguos y magníficos castillos normandos hasta llegar por tren a la antigua estación San Lázaro en París. Allí se alojaron en un hotel cercano, el Terminus; a los pocos días salen a recorrer la ciudad para buscar un departamento a fin de instalarse allí ya que se quedarían en París por una larga temporada. El departamento lo encontraron en un lugar apartado de la ciudad, cerca del Champ de Mars. Ambos aprovechan su estancia en París para recorrer los Champs Elysées, la Tour Eiffel, el Arc-de Triomphe y otros lugares famosos. Al poco tiempo, el 16 de octubre de 1891, nació en París, Alfredo (1891-1943), el tercer hijo. Alfredo ocupó, años más tarde, cargos diplomáticos y, al igual que su padre, se dedicó a la literatura y al periodismo. Fue muy amigo de Abraham Valdelomar; ambos, junto a otros intelectuales y escritores, forman el Grupo Colónida, allá por los años 1915 y 1916.
Después de estar cuatro años viviendo en París, la pareja decide viajar por algunas provincias de Francia para luego ir a conocer algunos países vecinos. Es así que luego de un tiempo, llegan a Bélgica, recorren sus calles y plazas y cómo no ir a visitar los museos para admirar las pinturas de la escuela flamenca, especialmente las de Van Dick, y las obras de Rubens y Rembrandt. Don Manuel quería viajar luego por Holanda y Dinamarca y otros países nórdicos; pero Adriana lo convenció para ir mejor al sur de Francia para luego proseguir viaje a España, donde deseaba pasar el invierno. Es así que la familia partió primero, rumbo a Orléans, allí visitan la estatua ecuestre de Juana de Arco y la Catedral de St. Croix, de estilo gótico y cuyas ventanas, de coloridos vitreaux, representan la historia de "La Doncella de Orléans". Recorren Tours (la ciudad donde nació Honoré de Balzac) y Poitiers con su Iglesia Notre-Dame-la-Grandehasta llegar a Burdeos -allí en una de sus pensiones pasaron el caluroso verano de 1896- y luego a la preciosa Biarritz. Al poco tiempo se enteran que en Madrid había una fuerte epidemia de viruela, por ese motivo cambiaron el itinerario y decidieron ir a Barcelona y pasar el invierno en esa ciudad; estando ahí tuvieron la oportunidad de recorrer las Ramblas y el teatro Liceo. En Cataluña, González Prada fortaleció su anarquismo y adoptó el seudónimo de "Luis Miguel". Pasada la epidemia de viruela, la familia González Prada, viaja en tren hasta la capital española, donde se instalan en un departamento muy cerca a la Puerta del Sol. Ese año de 1897, Madrid pasó un crudo invierno, el departamento que habían alquilado no contaba con una chimenea, con lo único que podían calentarse era con unos braseros. Cuando mejoró el clima y los días se pusieron más soleados aprovecharon para ir a gozar de la verbena de San Isidro, allí comprobaron cómo ricos y pobres bebían el agua de unos botijos de barro blanco que la mantenía fresca. El agua se la chorreaban por la garganta sin llevar el pico a los labios. Cuando quisieron hacer lo mismo terminaron con la cara y el pecho empapados que decidieron los tres mejor tomar el agua de un vaso.

Alfredo González Prada

"En casa era muy distinto. Por ser uno de los más beligerantes escritores de Hispanoamérica, la leyenda lo presentaba como un hombre violento y amargado. La realidad difería mucho: era tranquilo y pacifico, alegre y hasta juguetón."


Es en 1898, que los González Prada regresan a Lima instalándose en una pequeña y llamativa casita en el centro de Lima, una casa de un piso, con su patio lleno de plantas y flores, y una gran enredadera, en la que, por  primavera, hacían los pájaros sus nidos. La casa tenía seis o siete piezas y un espacioso traspatio; además, había un pequeño ambiente con rejas en las ventanas, como esas rejas de las antiguas casas coloniales, ahí, en ese lugar tenía don Manuel su escritorio y su biblioteca.

"Verlo coger un libro era un placer. Mi padre solía sentarse en una incomodísima silla, frente al escritorio, leyendo, tomando notas, sumido en sus pensamientos. En esa silla, se sentaba horas de horas; estático, inmóvil, aparentemente sin experimentar nunca la necesidad de descanso. A veces el perro o el gato saltaban sobre sus rodillas, y, como Buda con los pájaros anidados en su cabellera, mi padre permanecía en la misma postura para no perturbar el sueño del animal. A veces, yo me le acercaba y le decía: "pero papá, tú no haces nada, tú lees todo el tiempo". Él se reía divertido, pero no me contestaba pensando, acaso, en la malévola acusación de "ocioso" lanzada contra él. Sus compatriotas no podían entender la invisible, pero extenuadora tarea de un hombre de letras. ¿Cómo puede un hombre inteligente contentarse con un pequeño ingreso y no buscar un puesto de gobierno o en una empresa lucrativa?" 
A Manuel González Prada le gustaba estar vestido con la moda convencional, pero, por lo general, prefería estar cómodo. Opinaba que los cuellos duros eran una molestia, y que pantalones y sacos debían "humanizarse según rodillas y codos". Usaba siempre un corbatín blanco que Adriana se lo había hecho. Por lo general, se levantaba a las siete de la mañana; los tres tomaban el desayuno juntos, y el resto del día lo pasaba en su escritorio, salia para almorzar, o cuando se le ocurría -con frecuencia- ir por su hijo al colegio al mediodía.

Era una fría tarde del 2 de julio de 1918, ya habían terminado de almorzar, don Manuel estaba sentado en su incomoda silla de su escritorio, había cogido un libro para agregarle al final una estrecha tira de papel en la que había apuntado sus notas, cuando le sobrevino la muerte de un ataque al corazón. Murió como lo deseaba, como un repentino rayo, y no sólo se libró de una larga enfermedad, ese terrible anuncio de la muerte, sino que ni siquiera se dio cuenta de la proximidad del desenlace, por lo súbito del golpe. 

Alfredo tuvo un final trágico en Nueva York en 1943. En 1944, Adriana Verneuil de González Prada, terminó su libro "Mi Manuel", escrito en primera persona y que se publicó en 1947. 
Fuentes:
- Recuerdos de un hijo, Alfredo González Prada 
- Pensamiento y Acción en González Prada, Mariátegui y Haya de la Torre, Eugenio Chang-Rodríguez 
- Escritoras Latinoamericanas del Diecinueve/Colección Virtual, Iliana Portaro - Southern Utah University


2 comentarios:

  1. Un gran hombre según lo que muestra esta breve biografía, un hombre que manifestó su gran malestar contra la corrupción, sí este ejemplo de vida fuera imitado por las nuevas generaciones, nuestro país sería diferente, ojala nazcan o se formen corrientes como la Union Nacional, que no sólo sean quienes rijan nuestra sociedad, si no también formen parte del gobierno para que desde allí cambien, de ser posible los poderes de estado y hallan cambios reales con ciudadanos con buenos hábitos, moral y principios inquebrantables, el Perú necesita de hombres como González Prada, para encaminarlo hacia un destino mejor.

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  2. 1.-No se dice nada que LUIS ALBERTO SANCHEZ NO HAYA DICHO; SIN EMBARGO, NO SE LE CITA NI EN LA BIBLIOGRAFÍA . HAY, PUES, FALTA DE HONESTIDAD INTELECTUAL .
    2.-OLVIDAS DECIR QUE GONZALES PRADA ABANDONO A LA HIJA QUE TUVO CON VERONICA CALVET Y BOLIVAR , Y QUE SI DEJO DESCENDENCIA ABUNDANTE .NO SE SI SABES QUE EL EX CARDENAL CIPRIANI TIENE SU SANGRE : ¿QUE TE PARECE DICHO ABANDONO ? PUES SE PARECE COMO DOS GOTAS DE AGUA AL QUE HIZO NERUDA DE SU HIJA MALVA , en europa y esto, porque nació hidrocefálica.... otro sinverguenza . En cambio, MARIATEGUI SI SUPO DE SU HIJA , GLORIA MARÍA MARIÁTEGUI FERRER , Y AYUDO A SU CRIANZA.
    3.-cOMO VE, ESTOS IDOLOS SUELEN SER DE BARRO . RECOMIENDO, PARA LA PRÓXIMA, CON MEJOR CONOCIMIENTO DE CAUSA.
    GUSTAVO GUILLEN LOPEZ DE CASTILLA

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