sábado, 30 de septiembre de 2017

EL ASESINATO DE SANCHEZ CERRO

La mañana del domingo 30 de abril de 1933, las tribunas de madera del antiguo Hipódromo de Santa Beatríz se encuentran abarrotadas de un público entusiasta entre hombres, mujeres y niños. El Presidente Luis Sánchez Cerro (1889-1933) sube por las escaleras hasta la tribuna oficial. Ahí lo esperan diplomáticos, militares de alto rango, representantes al Congreso además de algunas hermosas mujeres vestidas con sus mejores galas. Se escuchan los aplausos y, a lo lejos, se oyen los acordes del Himno Nacional tocados por la banda del ejército y los jóvenes -de toda condición social- con sus impecables uniformes rojos, están listos para iniciar el desfile. Hay un entusiasmo  pero, al mismo tiempo, se siente un nerviosismo. Al finalizar, el Nuncio Apostólico, Monseñor, Gaetano Cicognani, imparte la bendición a los veinticinco mil jóvenes que se alistan para ir a combatir  en el conflicto armado con Colombia. Terminada la ceremonia, el lugar va quedando vacío, parte del público se retira. Los jóvenes con sus cristinas marchan de retorno a sus cuarteles. nchez Cerro, sin protección alguna sobre su cuerpo, desciende por las tribunas, sube a su automóvil descapotable, el mismo con el que llegó. A su lado, toma asiento su Primer Ministro, el doctor José Matías Manzanilla; además, lo acompañan en el auto su Edecán Mayor y el Jefe de la Casa Militar. Mientras tanto, largas filas de hombres y mujeres se forman desde la tribuna hasta la salida del hipódromo; gente que aplaude, que quiere tocarlo, darle la mano. Delante del automóvil, avanza lentamente la escolta de caballería, que se abre paso ante la multitud, hasta llegar a las puertas del recinto. Afuera, una plaza fría, vacía y en ella, una solitaria palmera con sus hojas secas y polvorientas. No hay cordón policial, ni gendarmenes que impidan el acercamiento del público.

Esa madrugada del 30 de abril fue una madrugada frías. En el antiguo Palacio de Gobierno, nchez Cerro -un hombre pequeño, apenas pesaba un poco más de cincuenta kilos, de tez oscura, ojos y cabellos negros- se levantó muy temprano. Se vestía tranquilo. Sobre su cama, lo esperaba listo su uniforme de general. Tenia que ir vestido de militar pues pasaría revista a las tropas. A un costado, se hallaba la cota de malla, regalo que días antes, había recibido de un diplomático extranjero amigo suyo que temía por su vida. Se miró al espejo, acomodó los últimos detalles pero, se sentía incomodo, algo le ajustaba. Se desvistió y se volvió a vestir pero sin colocarse la cota. nchez Cerro se olvidó en esos momentos del atentado contra su vida ocurrido apenas unos meses atrás en Miraflores! En esos momentos tocaron a su puerta, era la hora de salir. En el estacionamiento habían varios automóviles uno de ellos era blindado, a prueba de balas, comprado en el gobierno anterior. No quiso subir en él. Se subió al vehículo descapotable, un Hispana - Suiza y partió hacia su destino.

Mientras el automóvil sigue su recorrido lentamente, el presidente continua sonriente, estrechando las manos a todos los transeúntes que se le acercan. De pronto, entre los aplausos y vítores, se escuchan algunas detonaciones. Un individuo, que están entre el público, corre hacia el automóvil y dispara a quemarropa sobre la espalda del mandatario. Un disparo, luego otro. Desde aquella solitaria palmera salieron otros disparos más. Todo sucedió en muy corto tiempo. Entre el alboroto y los gritos la escolta busca al homicida. Se oyen algunas voces, ese es! Los edecanes disparan otros militares hacen lo mismo. Abelardo Mendoza Leiva cae tendido al piso falleciendo a los pocos instantes. Con el alboroto también lograron huir los que dispararon desde esa solitaria palmera.

"Para los apristas nchez Cerro representó una valla difícil de vencer. Había que destruirla y eso hicieron".

Al Hospital Italiano, rápido! Faltan quince minutos para la una de la tarde. El camino hacia el hospital (Av. Abancay) es corto; el automóvil del presidente pasa a toda velocidad ante la mirada sorprendida de miles de curiosos que están en las calles. nchez Cerro va  al costado del doctor Manzanilla, sus ojos están abiertos pero vidriosos. La noticia del atentado corre como reguero de pólvora por la ciudad. A los pocos minutos, cientos de humildes artesanos, obreros, personas modestas y mujeres lloran ante las puertas del hospital. Al rato, sale del hospital el Primer Ministro José Matías Manzanilla acompañado del General Oscar R. Benavides, ambos se dirigen al Palacio de Gobierno. En el cuarto número ocho, los doctores, Brignardello, Rocha y Raffo, hacen esfuerzos por salvarle la vida al mandatario pero es inútil. nchez Cerro fallece a la una y diez de la tarde. Para dar a conocer del fallecimiento a la multitud congregada en las afueras del local, aparece, sobre el edificio, la bandera del Perú izada a media asta. Esa misma noche -una noche silenciosa- cientos de ciudadanos  retiran el ataúd del hospital y lo trasladan en hombros rumbo al Palacio de Gobierno, al pasar frente a la Iglesia de La Merced, sonaron sus campanas. En Palacio el féretro es recibido por el nuevo presidente, el General Oscar R. Benavides y es colocado en la capilla. Luego más tarde, sus restos son trasladados hasta la Iglesia del Sagrario donde miles de personas, durante tres días, y rodeados de miles de arreglos florales, hacen largas colas por ver al caudillo.

Bibliografía: nchez Cerro y su tiempo, Carlos Miro Quesada Laos  


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1921, EL CENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERU

Al asumir su segundo mandato el Presidente Augusto B. Leguía, en 1919, encuentra un país lleno de pesimismo, derrotado, precario, atrasado. Habían transcurrido treinta y ocho años desde que el Perú había sido derrotado en la Guerra con Chile, había tenido que firmar un tratado de paz con el vencedor; mientras seguían ocupadas tres provincias y una ya había sido arrebatada. Lima por ese entonces, era una gran aldea aletargada, adormecida, pueblerina, que carecía de agua, desagüe y alcantarillado, sus calles no estaban pavimentadas. Por sus calles discurrían las aguas servidas; las casas tienen pozos artesanales para extraer el agua. El alumbrado público es precario y esta a cargo de faroleros que durante las noches tranquilas, recorren las calles con sus pregones y sus escaleras para encender o apagar los faroles. Pero, si así era la capital donde residía la aristocracia, como serian entonces las provincias y los pueblos mas alejados.

Faltaba muy poco para el Centenario de la Independencia, apenas dos años. Las celebraciones tenían que volver al país al sitial que había perdido; estas celebraciones tenían que ser majestuosas, suntuosas, que contara con la presencia de las principales potencias del mundo, de esa manera también, Leguía consolidaría a su Gobierno a nivel nacional e internacional. Pero eso también lo sabían sus enemigos. Tres semanas antes de las celebraciones, la tarde del domingo 3 de julio de 1921, cuando ya estaban llegando a Lima las primeras delegaciones extranjeras, ocurrió un incendio en el Palacio de Gobierno, provocado por una explosión que detonó debajo del despacho presidencial y destruyó gran parte del Palacio incluido, los salones donde se iban a dar las recepciones a las misiones extranjeras además de las principales ceremonias. El Gobierno responsabilizó del siniestro a los civilistas por su intención de arruinar las fiestas. Leguía en su discurso ante el Congreso, advirtió a los miembros del Partido Civil que no lograrían sus fines, llamándolos los "incendiarios criminales". Pese a todo, el Palacio quedó reconstruido en tres semanas, con materiales provisionales que le devolvieron la misma suntuosidad que había perdido.

Para esas fechas, Lima no tenía hoteles adecuados para la calidad y cantidad de visitantes que llegaron a la capital, algunas familias alquilaron al Gobierno sus residencias.

Las delegaciones iban llegando, el Callao se vio congestionado por la cantidad de acorazados y cruceros que transportaban a príncipes,  presidentes, cardenales, almirantes, a las delegaciones y cuyas tripulaciones -argentinas, norteamericanas, francesas, inglesas, italianas y japonesas- iban a desfilar en la gran parada militar junto a las tropas peruanas. Se notó la ausencia, eso sí, de Venezuela debido al énfasis por la inauguración , el 27 de julio, de la Plaza San Martín, esto hizo temer a Venezuela, que no se rendirían los homenajes al Libertador Simón Bolívar, por lo que manifestó su malestar al Gobierno Peruano y se abstuvo de enviar una delegación. Posteriormente, se pensó que una manera de resolver el incidente era ponerle el nombre de Bolívar al primer hotel de la capital que se construiría, en los años siguientes, sobre la Plaza San Martín. No fue suficiente. Venezuela se hizo representar sólo por su embajador en Lima. Tampoco estuvo presente, por otras razones, la delegación de Chile.

Para las celebraciones se emitieron estampillas alusivas; quedó restablecida, por decreto del 24 de abril de 1921, la Orden "El Sol del Perú"; se creó la Medalla del Primer Centenario de la Independencia Nacional". Hubo muchos discursos, muchos banquetes y ceremonias. Hubo carreras de gala en el Hipódromo de Santa Beatríz. Se inauguró el monumento al Libertador San Martín, se abrió el Museo Bolivariano de la Magdalena Vieja. Diversas colonias hicieron obsequios, unos recibidos con mucha solemnidad, otros, de manera simbólica. El de la colonia alemana fue el Reloj del Parque Universitario; el de la española fue el Arco Morisco para levantarlo en la entrada a la avenida Leguía; el de la británica el estadio de Santa Beatríz. Algunas quedaron  postergadas para fechas posteriores como el monumento a Manco Cápac en La Victoria, obsequio de la colonia japonesa; el Museo de Arte Italiano, la Fuente China en el Parque de la Exposición, etc.

La celebración del Centenario de la Independencia, contó siempre con la masiva presencia popular, del entusiasmo de todos. Durante las fiestas no hubo jamas un grito hostil ni tampoco una voz de protesta contra el Presidente Leguía o contra el régimen, ni siquiera por parte de los civilistas. Todos se sentían orgullosos y con esperanza en el futuro.

Fuente:
- Leguía la historia oculta / Vida y muerte de Augusto B. Leguía, Carlos Alzamora
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre











































EL PASEO COLON

En el anho 1859, durante el gobierno de Ramón Castilla, se ordeno ejecutar el monumento a Cristóbal Colón -obra del escultor italiano Salvatore Revelli= inicialmente se dispuso la colocación del monumento en el ovalo de la Alameda de Acho en el Rímac. A comienzos del siglo XX, se ordeno su traslado frente al Parque Neptuno, entre la avenida Grau y el Palacio de Justicia. Fue en 1901, que el alcalde de eses entonces, Federico Elguera, dispuso se colocara en la recientemente inaugurada avenida 9 de Diciembre, fue a raíz de este cambio que la avenida fue rebautizada como el Paseo Colon.

EL PASEO COLON

Después de la debacle de la guerra con Chile en 1879, el Perú quedo destrozado. Sin embargo, después de veinte anhos nuestro país logro levantarse con mucho esfuerzo y habilidad de sus cenizas. A fines del siglo XIX, durante el gobierno de Nicolás de Piérola, se inicia el trazado y construcción de dos grandes avenidas: La Colmena -llamada también avenida Nicolás de Piérola- y la avenida 9 de Diciembre, esta última se inaugura recién en el anho 1900 con el Presidente Eduardo López de Romanha. El objeto de construir la avenida 9 de Diciembre, era unir la avenida Grau con una gran alameda de sauces que se encontraba en abandono y que, anhos mas tarde, en 1928, sería la nueva avenida Alfonso Ugarte. El alcalde de Lima Juan Martín Echenique, en su periodo de 1898 a 1899, fue uno de los que análisis se preocupó en embellecer el Paseo. Hizo construir aceras con piedras de cambraycillo, colocó empedrados en las calzadas con piedra corriente, se ocupó de canalizar las acequias con fierro; además, colocó fuentes de agua y grifos con agua contra incendios. Respecto a las bancas, en sus inicios estas fueron de mármol, pero a principios del siglo XX, se optó por colocar bancas de madera y fierro, finalmente, se cambiaron por otras de mármol.

"En aquel entonces -menciona Vladimir Velásquez- el Paseo Colón no era lo de ahora. Era una vía en la que la gente podía transitar, era más ancha, habían entre cincuenta y ochenta bancas de descanso para el transeúnte, habían áreas verdes, más amplias, había cantidad de jarrones de mármol, cada uno representaba una de las estaciones del anho". Otros elementos que se encontraban en este Paseo eran doce leones hechos de mármol, de los cuales solo quedan dos que son los que vemos hoy en las escalinatas de ingreso al Palacio de Justicia.

La fiesta de inauguración del monumento al héroe Francisco Bolognesi, en 1905, fue uno de los grandes acontecimientos del que fue testigo el Paseo Colón; el evento tuvo una duración de tres días. En esos tres días, se produjo una afluencia muy grande gente de todos los estratos sociales, algunos incluso, llegaron desde el interior del país. En esos días, la mayor parte de la ornamentación y de los edificios se hallaban profusamente iluminados con lámparas de gas o focos eléctricos de gran poder que proyectaban luz intensa. La estatua de Colón y la estación del tranvía habían sido bellamente iluminadas. La perspectiva que ofrecía el Paseo Colón no podía ser más hermosa.

"A las doce de la noche del sábado, la fiesta organizada por los esposos Boza-Tirado en su "palacete" del Paseo Colón, decorado con un exquisito gusto, alcanza su máximo esplendor, a esa hora, las parejas -vestidas con sus mejoras galas, algunos, de un lujo sorprendente- danzan en vistoso remolino. En los breves ratos de descanso que da la orquesta de Nello Coeci, el bullir de la charla y el vibrar de las risas son ensordecedores. En los jardines, donde caen enredaderas de hermosas buganvilias, se forman animados grupos alrededor de alguna dama atrayente o de algún joven locuaz".

A raíz de la apertura del Paseo Colón, considerado uno de los más aristocráticos de la ciudad pues se encontraba en medio del Parque de la Exposición, se produjo la mudanza de la clase alta limenha hacia los alrededores de este Paseo para vivir en los "palacetes"; también se construyeron casas - quintas y algunos chalets de estilo europeo. Según el historiador Pedro Dávalos Lissón, aquellas nuevas edificaciones no habían heredado nada de las antiguas casonas coloniales. Las construcciones difieren por sus características arquitectónicas y pertenecen a diferentes etapas de construcción. Las primeras fueron realizadas a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Las segundas, en 1909 y las terceras fueron construidas entre los anhos 1918 y 1924 o, posiblemente mas. Los arquitectos que intervinieron para disenhar estas joyas de la arquitectura -llamados también "palacetes"- fueron: Claude Sahut y Emile Robert de origen francés; mi abuelo, Ricardo de Jaxa Malachowski, de origen polaco; Víctor Mora y Rafael Marquina, ambos, de origen peruano. Otros edificios que destacan en el recorrido por el Paseo Colón son el antiguo Palacio de la Exposición, hoy Museo de Arte de Lima y, frente a él, se encuentra el antiguo Instituto de Higiene, hoy el Centro de Estudios Históricos Militares del Perú,

Hoy el Paseo Colón no es más lo que fue en sus mejores épocas, ya no se escuchan los festejos, hoy se escucha el ruido ensordecedor de las bocinas. Sus palacetes ya no son más escenario de suntuosas fiestas llenas de elegancia y glamour. Hoy esos palacetes -hermosos por cierto- están descuidados otros, abandonados a su suerte y las estatuas, incluida la de Cristóbal Colón, están cubiertas de polvo y sucias.

Fuente:
- Arqandina, Revista Mundial, Diario Perú 21, Lima la Única  

EL EDIFICIO BARRAGAN o EL EDIFICIO DEL PALAIS CONCERT

Por el anho de 1910, Lima era una gran aldea donde sus aguas servidas por sus polvorientas calles. Era una ciudad somnolienta y pueblerina. Las calles estaban sin pavimentar y en Baquíjano y en todas las calles que hoy conforman el jirón de la Unión se había empleado tacos de madera a modo de pavimento, lo que resulto todo un fracaso. El sistema de alumbrado publico era primitivo y los apagones y cortocircuitos estaban a la orden del día. En las calles existía multitud de alambres sostenidos por un bosque de postes que amenazaban la seguridad de los transeúntes   y afeaban las calles. El servicio de agua potable y desagüe o no existía o era muy deficiente.

En 1908, don Genaro Barragán Urrutia, un poderoso hacendado de Ferrenhafe, al norte del país, compro una finca ubicada en la esquina de Baquijano (cuadra uno del jirón de la Unión) y Minería (cuadra uno del jirón Arequipa,hoy avenida Emancipación). Dos anhos después, en febrero de 1910, ocurrió un pavoroso incendio que conmociono toda Lima, el siniestro redujo a escombros los locales comerciales "Maison Roddy" de Gondonean y "Pergamino" de Viviani. A causa de este incendio, que devoró todo lo que tenia a su paso, se desplomo el segundo piso cayendo sobre el ciudadano francés, don Alejandro Truel, Comandante de la Bomba "France", quien milagrosamente salvo la vida, aunque falleció, después de ocho anhos, en París victima de las terribles secuelas que le dejo el accidente. Se reporto que le escasez de agua evito que le fuego pueda ser controlado a tiempo.

Don Genaro Barragán Urrutia (1847-1916), fue uno de los hacendados nortenhos que contribuyo con las primeras tecnologías en la agricultura peruana construyendo el molino de arroz en el departamento de Lambayeque empleando la fuerza hidráulica. Contrajo matrimonio con donha Antonia Rodríguez Regalado y con ella tuvo  cinco hijos.
Era 1911, había pasado un anho del incendio y los escombros continuaban en la esquina de Baquijano y Minería. El inmueble quedo totalmente inservible por lo que hubo la necesidad de reconstruirlo, pero don Genaro Barragán quería que el nuevo edificio fuese el mas lujoso de la capital, es así que busco en sus oficinas de la calle Amargura -hoy jirón Camaná- a los arquitectos que estaban de moda por ese entonces, los hermanos Guido y Rinaldo Masperi, dos hermanos que llegaron a nuestro país procedentes de Cantú, Italia, a fines del siglo XIX y que se caracterizaron por el disenho de edificios modernos y de un estilo europeo, novedoso para la ciudad, pues hasta entonces se seguía construyendo en Lima con barro y canha y eran contados los edificios de ladrillo y cemento armado.

La Casa Barragán fue inaugurada en febrero de 1913 cuando era alcalde de Lima don Nicanor Carmona Vílchez, fue construida con lo ultimo de la tecnología: concreto y fierro. En el primer piso de este edificio -de estilo "Florale o Liberty" o Art Nouveau italiano- albergo al famoso Palais Concert, una confitería - bar y punto de reunión -según Luis Alberto Sánchez- "de los de más apretado talle y solvencia económica, los escritores, los aficionados a los usos de los literatos, los adictos a las drogas y hasta algún sospechosos de homosexualismo, los alcohólicos, los sencillamente bohemios y los amantes de la vida". En el sótano, iluminado de manera natural a través de una especie de blocks circulares de vidrio, había una gran sala de teatro de variedades y una de las primeras salas de cine de Lima llamada "Palais Concert". Desde el día de su inauguración -menciona la revista Variedades- "la pobre vida nocturna mejoraría notablemente". En el segundo piso se encontraban "Aux Galeries Lafayette de París" y los pisos superiores estaban destinados a viviendas. Y, finalmente, en la azotea existía un mirador y un tanque de fierro para reserva de agua que fue algo novedoso para aquella época.

El edificio gano Medalla de Oro de la Municipalidad de Lima. 

Fuente:
- Lima la Única
- Leguía la Historia Oculta, Carlos Alzamora 



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