jueves, 30 de noviembre de 2017

VALDELOMAR EN BARRANCO

Valdelomar es para Barranco un antiguo conocido. El conde de Lemos ha vivido y vive enamorado de la armónica belleza de este pueblo que se empeña en ser burgués. Su morada está a la orilla del mar y es poética y linda.
-- ¿Le gusta a usted, sinceramente, Barranco?
-- ¡Sinceramente! He aquí una palabra oportuna. Las gentes dudan de mi sinceridad. ¿Por qué? Si yo no fuese sincero ¿podría ser un artista? Soy sincero y la sinceridad mana de mi corazón serena y sin esfuerzo, como el agua clara brota de la roca en el barranco florecido. ¿Por qué me pregunta si soy sincero? Yo digo lo que siento, amo lo que es bello, y realizo mi arte, lo mismo que canta el jilguero y florece el jacarandá y el sol alumbra. Me gusta tanto Barranco que su nombre me disgusta. Este gentil recodo de la naturaleza, debería llamarse Jericó por sus flores; Samos por su belleza serena, honda y jovial; Sorrento por su tapialerías donde las vides trepan ....
-- ¿Escribe usted algo?
-- Versos, versos. Versos. Lindos versos. 
-- ¿Cuál es su autor favorito?
-- Depende de las estaciones. En invierno me gustan las misteriosas tragedias de Maeterlinck. En otoño leo a Kempis, porque Kempis es otoñal. En primavera, en los días luminosos que aún no tienen el calor procaz del estilo, me gusta Pitágoras porque es abstracto y diáfano. En verano leo a Rudyard Kipling. ¡Kipling!




-- ¿Ama usted la vida?
-- Sí. La amo pero no estoy enamorado de ella, porque la amo con una gran inquietud. Yo soy un torturado. 
El conde de Lemos se queda silencioso. Apoya la cabeza en la diestra donde brilla una piedra oval y verde en el índice. 
-- ¿Qué piedra es esa?
-- Esa piedra es un poema de amor, el más intenso de mi vida. La llevo en el índice porque el índice es el dedo más noble. Es el dedo de la voluntad, el que indica, el que ordena, el que señala. 
-- ¿Conoce usted a mucha gente en Barranco?
-- Sí, a mucha, pero trato a muy pocos. Conozco a los Lavalle. Los Lavalle tienen un gran talento, sin vuelta de hoja; conozco a Eguren, al genial Eguren; al delicioso Car San Gú. A Colich que me entretiene, me anima. ¡Ah!, también lo conozco a usted. Usted es inteligente ......
-- ¿De nuestros escritores nacionales, ¿a quién admira usted más?
-- A Gonz ... no hablemos de literatura. Me carga el tema. Sí; verdad. Yo me admiro .... 
-- ¿Por qué es usted tan preguntador? 
-- Son las seis. Vámonos de aquí. Yo no quiero estar aquí. Esto me aburre. Váyase usted un rato. Déjeme solo. Al crepúsculo prefiero estar solo. Pero no se moleste. Yo soy más amigo del crepúsculo que de usted. Véalo qué lindo: sangre, sangre, sangre, nubes, ideas, tristeza, muerte.



Fuente;

"Valdelomar por él mismo", editor Ricardo Silva Santisteban, Fondo Editorial del Congreso de la República, año 2000. Entrevista de Alfredo García Salazar a Abraham Valdelomar en Barranco y publicada en la revista Balnearios #293 del 14 de enero de 1917. 

martes, 28 de noviembre de 2017

LA VEZ QUE ANNA PAVLOVA ESTUVO EN LIMA

Para aliviar las tristezas de Lima, que aún por entonces era una gran aldea somnolienta y pueblerina; en mayo de 1917 arribó a la capital la bailarina de ballet nacida en San Petersburgo, Anna Pavlova (1881-1931) y su magnífica troupe. Fue tal el impacto que causó su presencia que marcó toda una época que incluso, treinta años después, todavía en la ciudad, se escuchaba: "eso ocurrió después de que vino la Pavlova". Abraham Valdelomar (1888-1919) escribió, el 22 de mayo de ese año, un bello artículo en "Palabras", la sección que por entonces tenía en La Prensa; aparte hay al menos dos reportajes. Uno a la misma Pavlova y el otro a Alejandro Smallens, el director de orquesta de la compañía. La entrevista con Smallens fue más bien literaria. Habían pasado tres meses del derrocamiento del zar Nicolás II, acababa de ocurrir la terrible masacre de Ekaterimburgo y Alexander Kerensky estaba en el gobierno, los bolcheviques aún no habían tomado el poder. La entrevista fue un deleite para Valdelomar pues conversaron sobre este y también sobre Máximo Gorki, su autor preferido. La entrevista con Anna Pavlova fue muy diferente. Escribe:
"Elegí la hora de marcharnos. Bajé la escalera del Maury (donde residía Anna Pavlova). Abajo, en la calle, los grupos de electores sudorosos se cruzaban a mi paso, dejando en el ambiente un penetrante olor de jornada cívica". La Prensa, 22 y 24 de mayo de 1917.


Valdelomar, que por aquel entonces pasaba una aguda crisis de desconfianza en sí mismo a raíz de su discurso frente a la tumba de Yerovi, que le hizo descubrir envidias que no sospechaba, volvió más que nunca a su arte. Encontró en Anna un bálsamo para sus desazones.
Anna Pavlova parecía un ángel -nadie ha bailado como ella "La muerte del cisne", ni "Coppelia", ni las "Danzas de Grieg"- era frágil, muy esbelta, casi traslúcida pero, sin embargo, era entusiasta, fuerte y dinámica. 
La Pavlova trajo paz espiritual, armonía y belleza estética a la capital. Fue tanto el fervor por su presencia, que el día de su despedida, el público frenético la esperó afuera del Teatro Municipal después de la función; le abrió el paso hasta su coche; desenganchó el tronco de caballos de éste y tirando de la victoria la condujeron hasta el Maury.

Como caso curioso, el violinista de la orquesta, el alemán Grimm, un melenudo amante de la cerveza, estaba enamorado de la segunda bailarina llamada Stefa. Grimm, terminó abandonando el violín por los confites, el champagne y el aroma del jengibre y del café de Chanchamayo del Palais Concert.
Anna Pavlova retornó nuevamente a Lima en octubre de 1918 obteniendo el mismo éxito.
Fuente: 
- Valdelomar o "la Belle Époque", Luis Alberto Sánchez, 1987

domingo, 26 de noviembre de 2017

EL PERSONAJE DE LA SONRISA AMPLIA

Parecía un hombre inofensivo aunque para Mario Vargas Llosa fue el primer Rasputín que padeció. Era de pequeña estatura, delgado casi con un aspecto débil, intruso en las reuniones sociales, rara vez se vestía de ese azul oscuro que mandaba la etiqueta vespertina de aquella época, usualmente andaba con un traje gris claro o de un beige desentonado; sonreía como si fuese incapaz de una maldad o un gesto brusco, de encarcelar a un aprista o de mandar una pateadura a un dirigente sindical. 
A la sombra de lo que se conoció como el Ochenio (1948-1956) un cajamarquino de una sonrisa amplia, Alejandro Esparza Zañartu, nacido en el año 1901, en el seno de una familia pudiente; cuidaba las espaldas de la democrática dictadura del General Manuel A. Odría Amoretti (1896-1974). Poco se sabe de su vida, de muchacho recorrió todo el Perú como representante de la Casa Grace, que, por ese entonces, vendía las primeras cajas registradoras para los comercios y, poco tiempo después, pasó a ser un oscuro mercader de vinos y piscos. Paisano de Zenón Noriega Agüero (1900-1957), quien llegó a ser General del Ejército y el número dos de la Junta de Odría, este compadrazgo fue lo que le sirvió a Esparza Zañartu para ser convocado por este régimen y posteriormente ser nombrado Director de Gobierno; fue también muy amigo del hacendado iqueño Temístocles Rocha, uno de los más íntimos amigos de Odría, y quien pasó a la historia por ser el hombre que trajo al Perú los vehículos rompe manifestaciones conocidos después con el apelativo de "rochabus". Desde la penumbra gubernamental, este siniestro y tenebroso personaje era quien todo lo sabía y quien sólo informaba en los atentos oídos del Jefe Supremo. Desde la sombra manejó la gigantesca maquinaria de control y represión del Ochenio. Con sus métodos utilizados para corromper, exiliar, intimidar, encarcelar, torturar o desaparecer a los adversarios, consiguió anular todos los intentos de rebeldía contra el régimen, especialmente si ésta venía del lado de los apristas y comunistas.

 

Eterno Director de Gobierno, por entonces el cargo más poderoso del país, Alejandro Esparza Zañartu, controlaba todos los cuerpos policiales, las prefecturas, interceptaba los teléfonos y la correspondencia, vigilaba los aeropuertos y hasta las cárceles. Se movía por Lima en un rápido automóvil negro, lleno de antenas y seguido por varios patrulleros y vehículos con matones particulares. Solía inclinarse levemente ante los ricos; no parecía impresionarlo la pobreza ni conmoverlo el llanto de aquellos que diariamente colmaban su sala de espera. La dictadura reprimía las huelgas, encerraba a dirigentes sindicales, a cualquier sospechoso que discrepara con el régimen. Odría, al parecer, aspiraba a ser un gran Mariscal para pasar luego a la categoría de prócer o de un héroe. Un sumiso Congreso aprobaba cualquier deseo del Jefe Supremo, los parlamentarios estaban entre los discursos de elogio a Su Excelencia o los negocios con dinero o favores del Estado, el gobierno había caído en manos del personaje de la sonrisa amplia, Esparza Zañartu, con su política del no al dialogo sino a los garrotazos.   
No le gustaba ser fotografiado, según donde estuviera, podía hablar a media voz o dar órdenes con esa brutalidad de quien se sabe será obedecido siempre.      El cargo le permitió llevar su tarea en las sombras, aunque ya todos sabían quién estaba detrás de esa represión. Acaso su caminar, como en puntas de pies, ese estilo de pararse en un rincón   con un vaso pleno de whisky en una mano y la otra en el bolsillo del pantalón;    tal vez ese querer arrinconarse era consecuencia del poder en la sombra, de la atmósfera de penumbra en la que se desempeñaba, aunque este poder  le  pertenecía en su totalidad al General Odría.    Esparza Zañartu  no   lograba  comprender a  la   aristocracia de ese entonces que, por lograr algún favor,  le guardaba   el mejor   asiento en algún   banquete privado. Cuentan que, antes de acudir a un almuerzo en el Club Nacional, se pasó una hora  dudando ante una docena de corbatas colocadas encima de su escritorio del antiguo Ministerio de Gobierno. 




Desbarató varias conspiraciones incluso castrenses. La principal de todas fue contra su paisano y amigo Zenón Noriega quien siempre esperó a que su compadre le cediera el sillón, pero las intrigas de algunos espiritistas y falsos médiums lo llevaron a rebelarse algo que, como Ministro de Guerra, le era fácil llevar a cabo, sin embargo, en su camino se cruzó Esparza Zañartu. 
"Dicen que en plena conspiración Odría invitó a su compadre a un íntimo banquete palaciego y que luego de los postres lo hizo pasar a un salón en el que había una gran mesa con tres patas. Conducidos por Esparza, las almas propicias al Gobierno delataron la conspiración. A la mañana siguiente, Zenón Noriega partía al exilio".
Por aquel entonces, aquellos poderosos que toleraban los modales de un provinciano que como Esparza Zañartu había ascendido en el poder, se esforzaban por caerle simpático. Eran las épocas en que el país estaba dividido entre los amigos y los enemigos de Alejandro Esparza Zañartu. 
"La cosa nostra asesoril se dio con Esparza. De simple negociante en piscos se convirtió en director de Gobierno despiadado (bajo su imperio fue asesinado el dirigente clandestino del Apra Luis Negreiros Vega, fueron apresados y torturados miles de peruanos opositores, y desterrados cientos de ellos). Arequipa se levantó dos veces contra Odría y su secuaz. La primera vez, en 1950, el pueblo derrotó al Ejército. En la segunda, diciembre de 1955, ocurrió un verdadero baño de sangre, que obligó a la renuncia del Gabinete. Los reclamos eran en pro de la libertad, contra la Ley de Seguridad Interior y por la reforma del Estatuto Electoral". Caretas, "Caída de Rasputines", César Lévano, 1999

Esparza Zañartu, lejos de los hombres encumbrados y de las miradas atentas de esas damas luciendo elegantes abrigos de visón y sus finas joyas; lejos de los ambientes llenos de brillantes luces y mesas cubiertas con finos manteles y numerosos cubiertos; recuperaba en la intimidad de su despacho su voz, esa voz que se convertía en otra, en una muy diferente ante una hilera de cinco o seis teléfonos, teléfonos que podían activar la furia de una dictadura. Era una época en la que se llevaron a cabo numerosas redadas con las que el Ochenio liquidaba todo intento de oposición que arrastraba a muchos inocentes a las cárceles y mazmorras del régimen odriísta. Esparza Zañartu era un todopoderoso, sus órdenes se cumplían sin dudas ni murmuraciones. Para acceder a él había que pasar de una instancia a otra, gracias a tarjetas de recomendación, hasta llegar a las oficinas próximas a su despacho. La ansiada entrevista podía tardar desde una semana o uno, dos y hasta tres meses, sólo para que Esparza presentara en el momento un rostro desencajado y adusto o al mismo tiempo insinuase un favorcito, a la vez que miraba las rodillas de la mujer que, suplicante y con lágrimas en los ojos, llegaba hasta su despacho. 

"¿Que opina de lo que Mario Vargas Llosa ha escrito sobre usted en su novela Conversación en la Catedral?
- No he comprado todavía el libro. Él ha debido conversar conmigo antes de escribir para cerciorarse. Yo le habría dado datos. Algunos amigos me han dicho que habla muy mal de mí¿Por qué no se viene dentro de tres meses? Yo le puedo enseñar mis memorias. Ahí digo muchas cosas interesantes".  

Al final del Ochenio, cuando Arequipa decidió rebelarse, Odría decidió nombrarlo Ministro de Gobierno, pudo así otorgarle una condecoración. Esparza Zañartu renuncia un 24 de diciembre de 1955, gracias a la insurgencia en la zona sur del país. Al poco tiempo desaparecería sin dejar rastro. Sin embargo, al parecer estuvo viviendo en Madrid, España. Años después, regresó al Perú refugiándose en su casa-huerta de Chosica, allí se dedicó a la horticultura y en donde recibía, cada cierto tiempo, la visita de numerosos políticos, entre ellos, los apristas Armando Villanueva del Campo (1915-2013) y Ramiro Prialé Prialé (1904-1988).



"La Universidad de San Marcos, en la que estudié, había sido esterilizada políticamente por Esparza Zañartu, el Vladimiro Montesinos de entonces, aunque, comparado con este desmesurado rufián, aquél, que nos parecía tan siniestro, era apenas un niño malcriado. No sólo los profesores y dirigentes estudiantiles de oposición estaban presos o desterrados; además, debíamos asistir a unas clases trufadas de "soplones" disfrazados de alumnos que nos hacían vivir en la inseguridad y la desconfianza". Mario Vargas Llosa, "Piedra de Toque, Diario El País, 24.05.1998 
"No estoy arrepentido de los abusos. Creo que dimos al país la época en que más fácil trabajo hubo. ¿O no?" Entrevista de César Lévano para la revista Caretas a Esparza Zañartu (1970).
"Solo un puñado de imágenes fotográficas da cuenta fidedigna de que realmente existió, que los peruanos no lo habíamos imaginado, que era cierto". Guillermo Thorndike
Fuentes:
- "Los Apachurrantes Años 50", Guillermo Thorndike, 1982
- "Piedra de Toque", Mario Vargas Llosa, Diario El País (24.05.1998)
- Revista Caretas, entrevista con Alejandro Esparza Zañartu, César Lévano, (14.08.1970)
- Grato retorno y reencuentro en San Marcos, Honoris Causa a un sanmarquino universal, Mario Vargas Llosa, 2011


lunes, 20 de noviembre de 2017

EL EDIFICIO DEL CASINO DE ANCON

Sobre el malecón Ferreyros, que data del año 1875, época en que llegaron los primeros inmigrantes italianos que se asentaron en el balneario, se levanta uno de los edificios más emblemáticos y vanguardistas de este "rincón escondido" como se le puede llamar al balneario que tiene uno de los mares más tranquilos y apacibles de Lima; se trata del edificio del Casino de Ancón. La construcción data del año 1942 y para el arquitecto Héctor Velarde Bergmann (1898-1989) fue todo un reto arquitectónico el diseñar este proyecto que tiene un estilo llamado buque; el problema estaba en el terreno por estar estrechamente limitada la propiedad entre el cerro por un lado y el mar por el otro. Esto determinó la necesidad de hacerlo de manera escalonada, para esto, fue necesario hacer un gran movimiento de arena y rocas. El resultado de hacerlo de manera escalonada dio lugar a que se puedan diseñar amplias terrazas que miraran al mar, lo que le daba mayor valor al inmueble. 

Por el año 1921 la vida en Ancón era como un remanso de paz, sin automóviles y sin carretera; sobre sus calles habían simples pasajes estrechos de madera levantados sobre un suelo arenoso. Era, por esos tiempos, un lugar de retiro, no había tráfico, no había sino un solo teléfono público; la comunicación con Lima estaba limitada a las tres o cuatro veces que los sonoros trenes iban y venían entre la capital y esta playa elegante. 

Velarde -un hombre sonriente y bonachón- cuenta que el edificio se empezó a construir con sus planos, pero en el transcurso de la obra se fueron haciendo algunas modificaciones. El área de los departamentos, menciona Velarde, no estaba de acuerdo con lo planteado, debió haber sido el doble de lo que se había construido. En el diseño inicial había también una escalera que iba directamente de la playa o desde el interior del propio casino hacia las terrazas, es decir, a los departamentos por sus frentes, pues la idea inicial era que cada propietario tenga su terraza propia y privada. La entrada a los departamentos se hace ahora por los corredores posteriores. El edificio tiene una ubicación muy atractiva por la vista panorámica hacia la playa, a sus bañistas y al colorido de sus sombrillas; además por la vista al paso raudo de las anconetas y bicicletas y también, por estar en un punto central del malecón Ferreyros, este espacio que conserva aún esas baldosas que se conservan desde hace tantos años atrás y que parecieran simular el movimiento de las olas. 



El edificio del Casino es uno de los más pintorescos del balneario; es alegre, sus muros son de cal blanca y en sus inicios, sus terrazas lucían unas persianas del color azul añil, ese color tan característico de la Lima virreinal. Más encantador y pintoresco lo hacían sus toldos y sus macetas con sus geranios tan coloridos.
Tan independiente y apartado carácter daba a la población aire de gran familia, que únicamente los domingos recibía entusiastas y nutridas visitas. Los días de semana los veraneantes estaban juntos; juntos bromeaban y charlaban en las horas del baño; juntos oían el alboroto de la chiquillería; y cada uno por igual sabía cuándo debían ser los paseos a Playa Hermosa. 
El edificio fue construido por la constructora GRAMONVEL S.A. Esta empresa, fundada el 22 de junio del año 1933, fue el nombre inicial de Graña y Montero pues en sus primeros años formaron parte de ella los ingenieros: Alejandro Graña Garland, Carlos Montero Bernales, Carlos Graña Elizalde y Héctor Velarde Bergmann quien participó como arquitecto proyectista.  

Fuentes:
. El Arquitecto Peruano, abril 1942, número 57
. Don José Antonio Miró Quesada, Aurelio Miró Quesada S. 







domingo, 19 de noviembre de 2017

LIMA ANTIGUA: SUS CALLES, SUS CASAS Y SUS CALLES EN EL AIRE

Las calles de Lima no habían cambiado desde el virreinato, la mayor parte de estas estaban sin pavimento; el polvo y una fina arenilla cubría sus aceras y calzadas; en casi todas ellas el agua corría por sus acequias, en algunas, un arroyuelo en el centro. Al caminar por estas calles se podían ver hermosas iglesias y desde ellas se escuchaba cada día y durante quince minutos, el repique de sus campanas tres veces al día: a las seis de la mañana, a las doce y a las siete de la noche. Si había algún acontecimiento especial éstas podían escucharse a cualquier hora del día, hasta las diez de la noche. Las calles estaban iluminadas por faroles y los serenos de cada barrio debían cuidar de ellas desde el atardecer y anunciar la hora a partir de las diez de la noche, en voz alta e indicar si el tiempo estaba tranquilo, lluvioso o ventoso. A partir de esa hora cesaban los ruidos en la ciudad, los bailes y reuniones bulliciosas estaban prohibidas. Reinaba el silencio, lo único que se escuchaba era la voz cantante del sereno que daba la hora con estas palabras: Ave María Purísima ¡Viva el Perú y sereno!
Al establecerse Lima en un desierto, no abundaba la piedra. Esta carencia obligaba a que las           construcciones se hicieran empleando el adobe, lo que no permitía gran lucimiento.
Casa Riva Agüero, Lima
Por su clima templado, sin cambios bruscos, ni lluvias, por su paisaje arcilloso, desértico, y sus primeros habitantes andaluces, Lima tomó desde un principio la fisonomía de una ciudad musulmana, la construcción de grandes paredes de adobe, lisas y coloridas tuvo tres lujos exteriores: las amplias portadas señoriales, la ventana de hermosas rejas y los balcones de madera tallada como galerías salientes y suspendidas. (Arq. Héctor Velarde) 
En la colonia, los tipos de casas variaban de acuerdo a su ubicación, sea en el campo o en la ciudad; al clima de las distintas regiones, a la altitud y a la clase social de quienes las habitaban. En la capital uno de los tipos más modestos era el callejón formado por casas de dos o tres habitaciones, con acceso por un pasaje estrecho y sin techar. Habían otras, no muy diferentes a las del callejón, que eran pequeñas casas de tres o cuatro habitaciones en fila, estas casas tenían un patio-cocina o corralito sin ventanas al que se podía acceder directamente desde la calle. La casa corriente de la colonia era de un solo piso y de paredones llanos. Sobre esas casas, surgían de las azoteas, un tipo de ventanas tan antiguas como la fundación de Lima, una especie de claraboya llamada teatina que les permitía el ingreso de la luz del sol. Las casas de la gente de clase alta, las encumbradas, es decir, los altos funcionarios, los grandes comerciantes, los propietarios de tierras o minas y las clases intermedias, se distinguieron por ocupar lotes llamados "solares" que podían ser grandes o medianos y, dependiendo de eso, les permitía tener patios para iluminar y ventilar las habitaciones; además, contaban con huertos y jardines. Antaño, antes de la guerra de la Independencia, en las casas habitadas por los de la clase social más alta, los utensilios de menaje, lavadores, jarras, vajillas y los candelabros, eran de plata maciza y los muebles estaban cubiertos de pequeños objetos de filigrana, imitando pavos reales u otros animales.

Calle en Barranco, Lima
Antaño, la ausencia de bancos y la desconfianza ante aquellos banqueros tan afectos a las quiebras y pérdidas, dieron lugar, a la costumbre de guardar en insospechados lugares de las casas y haciendas los dineros sobrantes. Hubo, en ciertas épocas, el hábito de usar estos métodos para evitar asaltos y robos. Muchas de las antiguas casas, tuvieron disimuladas alacenas, escondrijos y "secretas", como se le denominaba para esconder tesoros. 
Durante la República las casas eran de uno o dos pisos y estaban construidas de ladrillo, adobe y madera. Las fachadas en estas solariegas casonas republicanas, eran de un sólo plano y a plomo con la calle; en el centro de ellas había una gran portada que podían ser sencillas o señoriales construidas en piedra labrada. Tenían un gran portón de madera maciza con postigo que llevaban algunas unas decorativas aldabas; este gran portón -en muchos casos- no sólo permitía la entrada de personas sino, también, de caballos o burros, de jinetes y hasta carretas y carruajes. El portón conducía al zaguán y el zaguán a un patio, que podía tener su piso empedrado o cubierto con una fina arena y una pileta en su parte central. Este patio estaba rodeado, por sus cuatro costados, de crujías de habitaciones con sus corredores o galerías donde se lucían columnas de piedra o unas de madera muy finitas. Las habitaciones que daban a la calle ostentaban hermosas rejas de hierro de "caja" o voladas fuera del plano del muro. En el segundo piso se lucían a cada lado de la portada vistosos balcones. 
....... Y en cuanto alguna casona se desocupaba, surgía la suposición, sobre todo, si el vecindario afirmaba salían ruidos extraños de ella, de algún alma rondadora.
Como el cielo de Lima es plomizo o color "panza de burro", como lo conocemos, se buscó la luminosidad en el color de las fachadas y aún quedan restos de los ocres, el rosa colonial, el azul añil, el rojo o el amarillo; esto le daba alegría a las calles y contrastaba con el tono del cielo limeño. La fina garúa que cae sobre Lima permite que los techos sean planos con coberturas de torta de barro y, si el techo se usaba de terraza, con ladrillo pastelero, en ellas se colocaban sobre las cornisas macetas con flores, toldos o persianas para protegerse del sol; servían también como lugar de juego para los niños o para tender la ropa. Las fachadas, salvo excepciones como la casa de Torre Tagle, no aparentaban ser lujosas; sin embargo, a pesar de la pobreza reinante, algunas se caracterizaban por el boato y muchísimas por el buen gusto.

En su interior, el salón y la cuadra o antecámara, unidas por una puerta de vidrio, eran utilizadas para recibir a los invitados y parientes; el comedor, los dormitorios y otras habitaciones interiores tenían comunicación con un segundo patio, llamado traspatio, cuyas paredes a veces lucían pintadas; allí solía cultivarse un pequeño jardín que se comunicaba con la cocina y, más allá, estaba el alojamiento de los esclavos. Los dormitorios, de acuerdo al rango social, estaban decorados con gran lujo. Los techos eran altos y estaban construidos de madera con viguetas y entablado algunos eran muy sencillos; sin embrago, en otros casos, la carpintería de los techos era de mayor lujo pues estaban magníficamente tallados. Sus pisos eran de tablones de madera, ladrillo pastelero y también de losetas decoradas, las que hoy vemos y que en muchos casos el tiempo, el polvo y el descuido han hecho que apenas luzcan su belleza y encanto. 


Constantemente se alteraban las plantas de las casas, se cambiaba su carpintería y se efectuaban refacciones, y a raíz de los temblores y terremotos, reconstrucciones. Esto continuó hasta principios del siglo XX, muchas de estas casas siguen siendo, en parte virreinales, y en parte republicanas.



Patio Casa de Larriva o de la Riva en el Jirón Ica, Lima
Son muchos y muy grandes y parecen ser "calles en el aire". El fraile Antonio de Calancha
Las calles, sobre todo, las que daban acceso a la Plaza de Armas y las que estaban cercanas a Santo Domingo, San Francisco, San Sebastián, San Pedro y la Inquisición, estaban embellecidas por balcones de madera que les daba el toque de personalidad y que se convirtieron con el tiempo en el sello de la "Ciudad de los Reyes". Los balcones se deben a una herencia que trajeron los españoles a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Los cerrados o de "cajón" fueron símbolo de estatus social y representaron, de alguna manera, la idiosincrasia limeña.


Balcon Limeno---Calle Urrutia, jiron Camana.
Balcón tipo de cajón
Era el balcón lugar de esparcimiento, atalaya de amores, venero de averiguaciones y exposición de gracias. (José Gálvez)
Muchos de estos balcones o "calles en el aire", pueden ser abiertos, rasos, corridos o de cajón;    ellos son una de las características más pintorescas de las viejas calles de Lima; la mayoría de ellos son del color  del chocolate pero también los había de otros colores, como el balcón   verde de   la Casa     del Oidor, una de las más antiguas de la capital, y que es el mismo color que lucía cuando se construyó  a principios del siglo XVII. Los visitantes a la "Ciudad de los Reyes" quedaban encantados por el colorido tan alegre de estas "joyas incrustadas" en las fachadas de las casonas;  algunos de estos balcones tenían en su interior azulejos sevillanos, cómodas bancas para disfrutar del sol de la tarde  o las noches de luna llena. Era el lugar ideal desde donde se podía atisbar sin ser visto; algo parecido  a lo que sucedía con la saya y el manto: las mujeres podían ver pero no se sabía de quién se trataba. Los balcones limeños son únicos en América y tienen por modelo a los moucharabieh -especie de celosía- del Cairo, de Damasco o de Alepo. La madera utilizada era, entre otras, el cedro de Nicaragua, la caoba o el  roble y los tallados fueron trabajados por verdaderos artesanos.   

Fuentes:
. Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
. Itinerarios de Lima, Héctor Velarde
. Calles de Lima y Meses del Año, José Gálvez
. Enciclopedia Temática del Perú, Arte y Arquitectura 
. Peregrinaciones de una Paria, Flora Tristán















jueves, 16 de noviembre de 2017

DE BARRANCO AL POLITEAMA

Cuenta Adriana Verneuil de González Prada (1864-1948), quien por ese entonces esperaba a su primer hijo, que un día a principios de julio de 1888, uno de los miembros del Circulo Literario, el profesor de música, José Benigno Ugarte (1857-1919), natural de Arequipa, director del Convictorio Peruano, un plantel de enseñanza secundaria, se presentó en su casa de Barranco para anunciarle que, con motivo de las Fiestas Patrias, los alumnos de los colegios particulares de Lima habían resuelto llevar a cabo un festival, con el objeto de recaudar dinero para constituir el fondo necesario, para cubrir el monto del rescate de las provincias cautivas de Tacna y Arica pues, por ese entonces, el estado de las finanzas públicas no permitía hacerse ilusiones para reunir la suma necesaria que eran diez millones de pesos (moneda chilena de plata); por ese motivo los colegios darían el ejemplo a los mayores. Ellos iniciarían la colecta nacional. 
Fue así que el profesor Ugarte, quien era un fogoso anarquista, se dedicó a componer un himno acorde para la velada mientras que Manuel González Prada (1844-1918), que había aceptado la invitación para participar en la velada, se encargaría del discurso para el cual tenía un plazo bastante corto para prepararlo y hasta angustioso pues a don Manuel -un hombre alto, erguido, de ojos azules y un agresivo bigote- le gustaba pulir sus escritos. Como se sabe, el discurso se llevó a cabo en el teatro Politeama, ubicado en la calle Sauce muy cercana a la avenida de la República. El Politeama era un teatro similar al teatro-circo del Pueblo de París, apto para teatro y para circo. Sus butacas eran removibles, con capacidad para mil personas en su platea, tenía dos hileras de palcos y una de cazuela. 

Como se trataba de una función patriótica, el precio de cada palco fue de ocho soles, y el de la platea de cincuenta centavos. Había entradas hasta de treinta centavos. Por los precios se conseguiría una muy buena recaudación.



Fueron invitados a la velada el Presidente de la República, Andrés A. Cáceres (1836-1923) y su esposa Antonia Moreno (1848-1916); dos de sus ministros, Marco Aurelio Denegri, Ministro de Gobierno y Antero Aspíllaga, Ministro de Hacienda; además del alcalde de Lima de ese entonces, César Canevaro (1846-1922), y otras personalidades como el escritor tradicionalista Ricardo Palma (1833-1919) con el que González Prada no tenía muy buena relación. Se convocó a varios colegios privados cada uno de ellos debía preparar un número especial. Mientras tanto, don Manuel, en su casa, pulía su discurso y a su vez, adiestraba al alumno ecuatoriano, Gabriel Urbina, alumno del Convictorio Peruano, para que lo recitara. El programa constaría de coros, cantatas, declamaciones, diálogos. De acuerdo al programa a Prada le tocaba en el cuarto lugar.

Casa de González Prada en Barranco 

Eran las ocho de la noche del domingo 29 de julio de 1888, el teatro Politeama estaba repleto. A esa hora en el palco oficial ya se encontraba el presidente junto a su esposa y sus ministros. Luego de escucharse el Himno Nacional cantado por los alumnos del Convictorio Nacional y después de algunas explicaciones por parte del profesor Ugarte, tocó el turno de aparecer en escena a Gabriel Urbina, quien, con voz firme, recitó el discurso preparado por Prada. Desde las primeras palabras el rostro de Cáceres empezó a arrugarse, el ceño se le iba frunciendo, se acariciaba las patillas todavía negras; el ya agrio gesto de su ministro Denegri se fue torciendo y haciéndose más notoria la dureza de su cara, entre los ministros se miraban. El público en cambio aplaudía con frenesí, sobre todo, por la profundidad, el brillo de las metáforas y por el coraje en cada una de las frases. 
En esta obra de reconstitución y venganza, no contemos con los hombre del pasado, los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutos de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas y frutas nuevas¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra! 
El teatro se convirtió en una locura. Urbina continuó leyendo impertérrito enumerando los errores de la política nacional antes y después de la guerra. El presidente y los ministros quedaron pasmados ante tan contundente discurso pero, sin embargo, no se movieron de sus butacas y lo escucharon hasta el final. 
Y de veras fue un verdadero triunfo: lo leyó Gabriel Urbina de voz bastante fuerte para dominar todo el ámbito del inmenso teatro Politeama. Manuel y yo, escondidos en un rincón, sin que nadie nos viera, asistimos emocionados a la apoteosis de esas palabras inspiradas por el más puro patriotismo. De lejos veíamos al presidente Cáceres oyendo atónito las vibrantes frases y doña Antonia, su mujer, sentada a su lado, dándole de codazos a cada párrafo alusivo que sacudía al auditorio y lo hacía prorrumpir en frenéticos bravos. Aquello fue inolvidable para los asistentes y también para mí; cuando al salir del brazo los dos, me parecía ver los aleteos de la gloria, rozando las sienes de Manuel. Parecía que Cáceres decía a sus ministros: "No sé si apresarlo o llamarlo para darle un abrazo". Ninguna de las dos cosas se hizo, pero de antemano había sido prohibido reproducirlo en los periódicos locales. (Adriana de González Prada)
Pero a Adriana y Manuel les esperaba aún la áspera reacción oficial (de la oligarquía y el militarismo). Era ya el lunes 30 de julio, tercer día de Fiestas Patrias, en los diarios no se publicó ninguna texto. Al día siguiente, los periódicos continuaban sin colocar ninguna linea del discurso. Habían recibido una estricta orden de Marco Aurelio Denegri, Ministro de Gobierno, de prohibir la publicación del discurso en el Politeama. El Comercio dio breve cuenta de la velada; sin embargo, ni La Opinión Nacional, El Nacional ni siquiera El Bien Público se atrevieron a difundir el discurso. El único que lo publicó durante tres días consecutivos fue el semanario anarquista La Luz Eléctrica. Luego de La Luz Eléctrica lo transcribieron El Bien Público, El Artesano y La Voce d' Italia. La publicación de La Voce d' Italia estuvo llena de dramatismo. Este era un semanario en italiano para la colonia italiana en Lima. Estaba dirigido por Emilio Sequi, un humanista, radical y anticlerical. Sequi tenía una cabellera leonina que se la cubría con un sombrero blando de paño. lucía una barba corta, rebelde y canosa. Usaba un bastón grueso pero no tanto como su verbo. Con Sequi colaboraba otro anarquista Pietro Ferrari, otro anarquista admirador de González Prada. Más tarde se sumó a ellos Egidio Sassone, de pensamiento liberal, de terribles iras y frondosa barba blanca. Sin embargo, y pese a todo, el Gobierno se ensañó con Sequi y su semanario y terminó por empapelar su imprenta. Sólo La Luz Eléctrica protestó por aquel atropello. A esto se le llamó la "batalla del Politeama".  
Lo único bueno de mi discurso es haber razonado como el eco de todas las conciencias honradas. Dije en alta voz lo que todos murmuraban cautelosamente; hice correr a la luz del pleno día el metal fundido por otros, en las tinieblas. (Manuel González Prada, 15 de agosto de 1888)

Fuente: 
- Nuestras vidas son los ríos/Historia y leyenda de los González Prada, Luis Alberto Sánchez, 1977

lunes, 13 de noviembre de 2017

DISCURSO EN EL POLITEAMA

El 17 de setiembre de 1878 se inauguró en Lima el Teatro Politeama con la puesta en escena de la ópera Il Trovatore de Giuseppe Verdi. El diseño del Politeama recordaba al teatro del mismo nombre de la ciudad de Palermo en Italia; estaba ubicado en una antigua calle abierta a fines del siglo XVII, llamada Sauce (hoy cuadra 11 del jiron Lampa), en esa calle existió una antigua huerta y en ella, un inmenso árbol de sauce, de ahí es que tomó aquél nombre. El Politeama se engalanó con la presencia, allá por 1886, de  la famosa actriz dramática de origen francés Sarah Bernhardt (1844-1923), considerada por algunos autores como una femme fatale; su presencia fue todo un suceso para la época y era justamente lo que en ese momento necesitaba la población ante tanta tristeza y desolación que había dejado la devastadora guerra con Chile. El Politeama fue por mucho tiempo el teatro más grande de la ciudad, tenía una capacidad para 1900 personas y su decorado, que fue pintado por Angel Nicoletti, causó la admiración y el asombro de los capitalinos. Allí también, en el Politeama, junto al hermoso restaurante "Jardín de Estrasburgo", se proyectaron las primeras películas que llegaron al país.   




Habían pasado cinco años desde la firma del Tratado de Ancón (20 de octubre de 1883), la derrota frente a Chile fue el peor revés que sufrió el país luego de la guerra de la independencia. Para Jorge Basadre la Guerra del Pacifico fue el "sacudimiento más grande que el hombre peruano sintió en ese siglo. No hubo existencia de contemporáneo, joven o viejo, varón o mujer, que de un modo u otro no fuera tocado por ese drama".  Por ese entonces se trataba de iniciar una gran colecta nacional para recaudar fondos a fin de rescatar las dos provincias cautivas: Tacna y Arica; fue así que un grupo de profesores y escolares de diversos colegios de Lima organizaron una velada en el teatro Politeama, esta se realizaba con el cobro de una entrada, cuyos recursos debían ir a engrosar el fondo que se constituía para pagar los diez millones de pesos (moneda chilena de plata) que se debía abonar de triunfar el Perú en el plebiscito que decidiría el retorno de estas dos provincias al territorio nacional. A esta velada fue especialmente invitado para dar un discurso don Manuel González Prada (1844-1918), emblema por ese entonces del revanchismo. 
José Manuel de los Reyes González de Prada y Ulloa nació en Lima el 5 de enero de 1844. Sus padres, Francisco de Prada Marrón y Lombera y Josefa (Pepa) Álvarez de Ulloa y Rodríguez de la Rosa pertenecían, ambos, a prominentes familias aristocráticas y de gran devoción religiosa. 
En plena etapa de la Reconstrucción Nacional (1884-1895) Manuel González Prada va a dar el salto de ser un literato a entrar a la política y lo hace cuando el Gobierno del Presidente Andrés A. Cáceres (1836-1923) decide negociar, aprobar y firmar el Contrato Grace(1)González Prada aparece como un político con una voz hiriente contra los males que habían conducido a la derrota con Chile; como un crítico del pasado nacional, es así que con el apoyo de políticos y ciudadanos que estaban indignados ante la pasividad del Gobierno peruano decide aceptar la invitación al evento organizado por los escolares. La velada se llevó a cabo el domingo 29 de julio de 1888. El discurso fue vibrante, contundente. Don Manuel, quien poseía un poderoso verbo, verbo que remeció los cimientos de las clases altas de la sociedad peruana, había escrito el famoso discurso que -aunque todos sabían que se trataba de él- fue leído por un estudiante ecuatoriano, Miguel Urbina, pues se menciona, a modo de leyenda, que González Prada usaba un orador para que le leyera sus escritos pues su voz era pequeña, no poseía una voz teatral; su fuerza estaba en el verbo mas no en la oratoria. Luego de ser leído el discurso, los enunciados de González Prada estremecieron profundamente la conciencia ciudadana. 

(1) La firma del Contrato Grace (25 de octubre de 1888) no fue tarea fácil para el Gobierno de Cáceres; con la firma de ese documento la Casa Grace asumió el pago de toda la deuda acumulada, a cambio de que el Estado peruano le entregara algunos bienes. fue así que los ferrocarriles del Estado fueron entregados por un lapso de sesenta y seis años, y la Casa Grace se comprometió a completar las lineas de algunos de ellos hasta los destinos a los que no habían llegado. Esto llevó a que se creara un ambiente no sólo de desconfianza sino que hubo un recelo entre importantes sectores de la política, económicos e intelectuales del país, contrarios a la suscripción del documento, porque significaba una suerte de hipoteca de determinados bienes. El semanario La Luz Eléctrica consideraba que la firma de este contrato era una traición a la patria, debido a que, aducían, comprometía nuestra autonomía al entregarse las riquezas del Perú a una gran compañía extranjera. 


Señores:
Los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy para dar una lección a los que se acercan a las puertas del sepulcro. La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo y algo de ironía: el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender con el hierro. Los viejos deben temblar ante los niños, porque la generación que se levanta es siempre acusadora y juez de la generación que desciende. De aquí, de estos grupos alegres y bulliciosos, saldrá el pensador austero y taciturno; de aquí, el poeta que fulmine las estrofas de acero retemplado; de aquí, el historiador que marque la frente del culpable con un sello de indeleble ignominia. (Páginas Libres, 1894, p. 43) 

Niños, sed hombres, madrugad a la vida, porque ninguna generación recibió herencia más triste, porque ninguna tuvo deberes más sagrados que cumplir, errores más graves que remediar ni venganzas más justas que satisfacer. (Páginas Libres, 1894, p. 43) 
Entre los asistentes al Politeama se encontraba el Presidente Andrés A. Cáceres (1836-1923), quien ordenó, luego de escuchar tan vibrantes palabras, que el discurso no se publicara en los periódicos locales. Sin embargo, el semanario La Luz Eléctricafundado en 1885 por Mariano Torres, y cuya linea editorial era Anarquista, lo difundió contraviniendo la censura política de la época. El texto de González Prada fue publicado en este semanario no en una, sino en tres ediciones sucesivas, por la enorme demanda que generó en los lectores, probablemente atraídos por el hecho de que el Gobierno había prohibido su difusión debido a que el discurso hacía alusiones al indigenismo, el anticlericalismo, el radicalismo político  y otros asuntos que ponían en cuestión la realidad social de esos días. Además de La Luz Eléctrica reprodujeron también el discurso: El Artesano y El Porvenir. El diario italiano La Voce d' Italia  lo imprimió en italiano. No tardaron en llegar las felicitaciones por tan  polémica disertación, sobre todo, desde las provincias. Abelardo Gamarra, "El Tunante", (1852-1924) se encargó de difundirlas desde el semanario arequipeño fundado en 1889: La Integridad, para disgusto de los diarios gubernamentales que atacaban a González Prada, condenándole y apoyando su excomunión.  
Sin especialistas, o más bien dicho, con aficionados que presumían de omniscientes, vivimos de ensayo en ensayo: ensayos de aficionados en Diplomacia, ensayos de aficionados en Economía Política, ensayos de aficionados en Legislación y hasta ensayos de aficionados en Tácticas y Estrategias. Vemos al abogado dirigir la hacienda publica, al médico emprender obras de ingeniatura, al teólogo fantasear sobre política interior, al marino decretar en administración de justicia, al comerciante mandar cuerpos de ejército ....... (Páginas Libres, 1894, p.44)


"Siendo, como era, primordialmente, un escritor de combate, un polemista, resulta paradójico que mi padre nunca mantuviera una sola controversia pública. Su estrategia consistía en atacar y siempre atacar, sin defenderse nunca, sin replicar a su antagonista. Ningún insulto ni calumnia lograron apartarlo de esta linea". (González Prada, Alfredo, Recuerdos de un Hijo, 1943). 
La fiesta que presenciamos tiene mucho de patriotismo y algo de ironía: el niño quiere rescatar con el oro lo que el hombre no supo defender con el hierro [...]. No contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos y carcomidos produjeron ya sus flores de aroma deletéreo y sus frutos de sabor amargo. ¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nueva y frutas nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra(Páginas Libres, 1894, p.46) 
Otro de los asistentes a la velada en el Politeama fue el escritor tradicionalista Ricardo Palma (1833-1919) figura importante del Club Literario y que sentía una cierta enemistad hacia González Prada; Palma, al escuchar el discurso sintió el impacto de esa mortífera frase lanzada por el escritor, por aquel entonces de cuarenta y cuatro años; por ese motivo lo denunció ante la prensa por anacronismo; sin embargo, don Manuel no entró en la polémica.  "Evitemos las discusiones -decía- y arrojemos la semilla dejando que el viento la lleve donde quiere llevarla: de mil granos, uno siquiera germina: de mil palabras alguna despierta un eco. El que discute, se expone a dejarse conducir por el adversario, a descender adonde él quiera empujarnos, se empieza por un monólogo en las nubes, y se acaba con un diálogo en el lodazal".
Ya que hipocresía y mentira forman los polos de la Diplomacia, dejemos a los gobiernos mentir hipócritamente jurándose amistad y olvido. Nosotros hombres libres reunidos aquí para escuchar palabras de lealtad y franqueza, nosotros que no tememos explicaciones ni respetamos susceptibilidades, nosotros levantaremos la voz para para enderezar el esqueleto de estas muchedumbres encorvadas, hagamos por oxigenar esta atmósfera viciada con la respiración de tantos organismos infectos, y lancemos una chispa que inflame en el corazón del pueblo el fuego para amar con firmeza todo lo que se debe amar, y para odiar con firmeza también todo lo que se debe odiar. (Páginas Libres, 1894, p.47)
Años más tarde, en 1915, González Prada escribió un artículo titulado "Los Viejos" y que fue publicado en el número uno de la revista "Cultura" dirigida por Enrique Bustamante y Ballivián; en ella se refirió indirectamente al tema de la edad, allí decía que grandes figuras como Sófocles, Miguel Ángel y Darwin jamás dejarían de ser jóvenes. Luis Alberto Sánchez menciona que don Manuel se refería a que "los viejos no son los de la edad, sino los del espíritu, los que son incapaces de erguirse sobre los vicios de la antigua generación, los que son incapaces de librarse del egoísmo, los intrigantes, los  que acechan en cualquier recoveco de la historia y de la vida, los politiqueros, los que no miran la justicia sino simplemente sus apetitos, los capaces de vender a un hermano con tal de conseguir sus ansias. Los jóvenes son todo lo contrario, no hay sino que voltear la medalla y se verá que es la lealtad, la capacidad de empresa, el estimulo, la pureza de ideales ........"


Por el discurso en el Politeama se le acusó a González Prada de nacionalista - revanchista. El grito pedía un rompimiento no sólo con los políticos sino también con todo el pasado que llevaba, incluyendo a los escritores. Luis Alberto Sánchez señala que desde ese entonces se dividió el campo intelectual peruano entre los admiradores del virreinato como Ricardo Palma, y los partidarios de nuevas ideas anticoloniales y antiacadémicas como González Prada. Palma debió comprender entonces que había llegado el momento de enfrentarse a la critica de la nueva generación. 
¡Ojalá todas las frases repetidas en fiestas semejantes no sean melifluas alocuciones destinadas a morir entre las paredes de un teatro, sino rudos martillazos que retumben por todos los ámbitos del país! ¡Ojalá cada una de mis palabras se convierta en trueno que repercuta en el corazón de todos los peruanos(Páginas Libres, 1894, p.47)
El teatro Politeama se incendió en el año 1911.

Fuentes:
-"100 Años de periodismo en el Perú": 1900-1948, María Mendoza Micholot
- "Páginas Libres", Manuel González Prada
- "La Utopía Republicana/Ideales y realidades en la formación de la cultura política peruana (1871-1919)", Carmen Mc Evoy
- "Pensamiento y Acción en González Prada, Mariátegui y Haya de la Torre", Eugenio Chang-Rodríguez
- Sucedió en el Perú/Manuel González Prada
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre