domingo, 8 de octubre de 2017

ANTIGUO ZOOLOGICO DE LIMA

En el interior del Parque de la Exposición no solo hubo grandes pabellones que causaron el asombro de los visitantes, sino que también dentro de él se encontraba un zoológico, el viejo parque zoológico era el único zoológico de Lima; era un rincón muy bello, un lugar pintoresco y elegante al mismo tiempo. Albergaba a los animales más diversos, oriundos de las zonas más distintas y distantes del planeta; dentro del parque fueron construidas, de una manera artística, las jaulas y guaridas; el zoológico tenía senderos, caminos y contaba con algunas cascadas, fuentes y lagunas ......


El domador del parque, Carlos Roggenkamp, decía que los animales eran sus mejores amigos. "Charles", el elefante, tenía treinta y cinco años de edad, un elefante joven, generalmente de buen genio que compartía su jaula con su compañera "Volki". Una noche de noviembre de 1910, ocurrió una tragedia, algo lo puso furioso a "Charles", pues torció los barrotes y se fue raudo por todas las calles del parque, en su camino, encontró a un vigilante japonés, lo cogió con su trompa y lo estrelló contra un árbol. Quisieron matarlo pero Roggenkamp calmó su furia con unos cuantos pinchazos hasta hacer que se ponga obediente. Al seguir por el camino de tierra, bordeado de pequeños arbustos, se llegaba hasta donde estaban los leones - eran leones limeños -, leones que jamás conocieron la libertad, siempre encerrados, ellos no conocieron más mundo que su jaula. Sólo una vez, uno de ellos salió a dar un paseo, los visitantes al notar su presencia corrieron despavoridos, sin embargo, el león les dio la espalda y se acercó lentamente a su domador. Según Roggenkamp, los tigres, se parecen a los hombres: hipócritas, astutos, cobardes cuando es el más débil, atrevido cuando es el más fuerte. Los tigres - decía - jamás levantan la cabeza para mirar de frente. Al seguir recorriendo el parque por sus senderos, se podían ver a las hienas en sus jaulas, aquellos animales repelentes, habían las rayadas y las manchadas, al mirarlas, erizaban sus cerdas y enseñaban sus poderosos colmillos gritando con todas sus fuerzas, hasta que se les acercaba el domador con la barra de hierro para mantenerlas a distancia.
La existencia del zoológico viene desde el año 1872, año en que se inauguró el Parque de la Exposición. Años más tarde, en 1909, por arreglos hechos con la Municipalidad de Lima, el primer Gobierno del Presidente Augusto B. Leguía (1908-1912), se hizo cargo de la administración del zoológico, las entradas y los gastos pasaron a figurar en el Presupuesto General de la República pues, hasta entonces, el público no tenía acceso a él sino mediante el pago de un arbitrio que se hacía efectivo en las ventanillas de la entrada y que servía para el sostenimiento de unos cuantos animales que, hambrientos y tuberculosos, constituían la atracción del paseo. En 1909, se dio también una ley que liberaba del pago de derechos de importación a los animales destinados a este recinto. Hasta ese año, os caminos y senderos, rodeados de árboles y arbustos, eran terrosos y estaban desnivelados. Las palmeras se venían abajo, llevándose de encuentro a otros árboles causando accidentes con los paseantes. En las fuentes se habían colocado unos focos de colores para que las iluminaran y que por las noches le daban un aspecto fantástico, pero los focos iban desapareciendo. De nada sirvió la vigilancia que se había establecido, pues los focos desaparecían día a día.


Roggenkamp contaba que tres animales faltaban en el parque zoológico: la jirafa, el lobo y el oso blanco. La jirafa murió por la tisis; cuántos remedios se le dieron para curarla pero fue inútil. Una tarde de invierno agonizó. El lobo, acostumbrado a la libertad, la prisión lo mató y el oso blanco, acostumbrado a bañarse en los mares polares se ahogaba en esta atmósfera y no pudo resistir la nostalgia de las interminables nieves blancas y se consumió lentamente. Los cóndores, cuyo dominio era el espacio, hábiles en volar con sus anchas alas sobre las cumbres, daban una pena muy grande, porque al estar en una jaula encerrados, no podían extender sus alas, el tedio los acabó. En el zoológico también habían camellos y dromedarios, con sus ojos húmedos, sus ojos claros, venidos de las ardientes arenas del Sahara. Roggenkamp, que toda su vida vivió en un parque zoológico, que cazó elefantes en la India; leones en el África, decía que nuestro parque era un parque precioso. La naturaleza hace que aquí se aclimaten toda clase de plantas, lo que da al parque una gran belleza. Pero no había dinero para mantenerlo. Era muy poca la gente que iba en los días de semana al Parque de la Exposición, solo los domingos se llenaba de gente, pero eso no bastaba. Lo que se recaudaba por las entradas no alcanzaba para cubrir con todos los gastos que demandaba el parque.
En 1921 y con motivo de las fiestas por el Centenario de la Independencia, al Parque Zoológico se utilizó como centro de atracciones populares, instalándose en sus terrenos sembrados de grass, algunas distracciones como el "Lima Park". Desde ese momento el parque quedó abierto al público, sin ninguna barrera.
Caminando por los senderos, se podía ver la laguna con los cisnes y las fuentes pobladas con peces de colores y donde el agua corría con toda libertad. La flora era exótica y exuberante como un bosque y entre las cuales irrumpían los kioskos; en el camino, los ibis y las cigüeñas, parecían meditar paradas en una pata. Los venados y los ciervos se guarecían en unas construcciones conocidas como las cabañas o conocido como "cottage". Este estilo de arquitectura, nada propia del Perú, sino más de los países europeos, se utilizó para influir más en la idea de caza, algo con lo que se relacionaba más a estos animales. Y, por último, tras unas verjas de madera, un jadeante búfalo completaba el cuadro.
Años más tarde, la ciudad de Lima avanzaba hacia el lado sur; el tráfico se intensificaba cada día más, las pistas de la avenida Arequipa (antes Leguía), resultaban ya estrechas. Se vio la necesidad de conectar la pista de la Plaza de la Exposición con la avenida Du Petit Thouars a través de los jardines del zoológico. La gente, que de niños habían visitado alguna vez el zoológico, empezó a lamentar estos cambios. La rotonda en donde habían palmeras de gran altura, fue pavimentada y allí se levantó la fuente china.
Sin duda que el Parque Zoológico se convirtió no solo en una pequeña feria de animales, sino en un lugar donde era difícil pasar unas horas sin haberse olvidado de la tiranía del tiempo y de las preocupaciones diarias.

Bibliografía:
- Revista Variedades
- Revista Mundial
- Lima 1919-1930, la Lima de Leguía

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