"Mejor que los paralelos y los meridianos, determina la posición de Lima dos fáciles accidentes geográficos: el Rímac y el San Cristóbal; los dos, testigos inmemoriales del auge limeño".
Raúl Porras Barrenechea
Al otro lado del río, entre los distritos del Rímac y San Juan de Lurigancho, se levanta un cerro de cuatrocientos metros de altura sobre el nivel del mar, con una silueta cónica y de un suave color pardo y en cuyas faldas, se levantan cientos de pequeñas casitas coloridas. En los días que el cielo está despejado, el visitante, desde una altura conveniente, puede observar el mar hasta Chorrillos, el balneario de La Punta y, por supuesto, la Isla San Lorenzo.
Cuenta la historia que los exploradores españoles Ruíz Díaz, Juan Tello y Alonso Martín de Benito fueron los primeros en llegar a su cima. Desde allí, observaron todo el valle del Rímac que por su fertilidad, sus centenares de cultivos y su cercanía al mar fue escogido como lugar para que estuviera ubicada la capital del Perú. Fue así que el conquistador Francisco Pizarro ordenó que se clavara una pequeña cruz en la cima de ese cerro pero, tiempo después, en 1526, arribaron a las inmediaciones de la capital -atrincherándose en los cerros al otro lado del río-, las tropas incas del general Quizu Yupanqui, que obedecían al rebelde Manco Inca, para exterminar y desalojar a sus moradores. Es allí donde se produce una lucha, que duró cerca de diez días, entre casi quinientos soldados a las ordenes de Pizarro frente a veinticinco mil indígenas. Es así que Lima no llegó a ser invadida gracias a la fiera defensa de los españoles, además, de una intempestiva crecida del río Rímac pues, cada vez que intentaban cruzar sus aguas, los indígenas perecían ahogados al ser arrastrados por su tormentoso caudal. Al poco tiempo, los indígenas derrotados emprendieron la retirada y en agradecimiento a San Cristóbal, cuyo día se celebraba en esa fecha y a quien atribuían una ayuda sobrenatural en la defensa de Lima, Pizarro, en agradecimiento, decidió restituir la cruz que había sido destruida por los incas llevando con devoción en sus hombros, una de madera hasta la cumbre del cerro donde ordenó se colocara, bautizando al cerro con el nombre de Cerro de San Cristóbal.
Por esas épocas, la misa dominical se realizaba en la Plaza Mayor pues en Lima no había templo alguno. Era un altar portátil que se colocaba frente al callejón de Petateros; en 1537, se inauguró una pequeña capilla en el Cerro San Cristóbal, capilla que era visitada ya sea por devoción o por el simple hecho de dar un pequeño paseo.
"Después, anualmente, el 14 de setiembre, se efectuaba una romería -una bulliciosa romería- al San Cristóbal. Había en ella danza de moros y cristianos, abundancia de comida y francachela en grande".
El terremoto de 1746, destruyó la capilla, dejando en pie varios muros, sin embargo, los pobladores no se olvidaron de la romería anual, en ese lugar que alguna vez fue sagrado, se bailaba desaforadamente cometiéndose todo tipo de actos profanos. Años más tarde, en 1784, el arzobispo de ese entonces, La-Reguera, prohibió las romerías y mandó que se acabase de demoler la capilla, dejando soló como recuerdo, el arco de la puerta y una cruz de madera en memoria de la que colocó Pizarro.
Pasaron los años y la cruz de madera se fue deteriorando, las polillas, los vientos, los orines, la destruyeron. Durante el periodo del alcalde Lima, Federico Elguera (1901-1908), la cruz de madera fue reemplazada por una cruz de encajes de fierro calado guardándose en su cuerpo, los restos de la antigua cruz. Sin embargo, nuevamente, el viento, los orines y las polillas, además del moho, destruyen esta nueva cruz, por tanto, era necesario sustituirla por una nueva con nuevos materiales y técnicas más modernas, para que fuera el signo sagrado de la capital, pero en forma permanente e indestructible.
La cruz que hoy vemos, de cemento y fierro forjado, con una altura de veinte metros y veintidós faroles que la iluminan y la resaltan en las noches, se empezó a construir en el año 1927. Un año después, en la mañana del 23 de diciembre de 1928, se llevó a cabo la ceremonia de bendición de la nueva cruz. Participaron en el acto, Augusto B. Leguía, Presidente de la República y monseñor Gaetano Cicognani. Los trabajos de restauración fueron presididos por don Enrique Espinoza; los encargados de la obra, fueron los ingenieros Oscar Sagazeta Valderrama y Ernesto Durand Morell, quienes cobraron solo los materiales y la mano de obra. Posteriormente, a la cruz se le rodeó y cercó de un barandal de cemento armado. Esta obra fue ofrecida gentilmente pos las esposas de los constructores.
Se debe al R.P. Fray Francisco Aramburú, que vivía en el Convento de los Descalzos, situado muy cerca a las faldas del cerro San Cristóbal la iniciativa de organizar una colecta pública para construir la cruz como el inicio de las romerías al santuario; fue en mayo de 1929 que se cumplió la primera romería al cerro San Cristóbal. Desde entonces, cada Semana Santa, cientos de familias y grupos religiosos, desde tempranas horas de la mañana hasta la noche, recorren a pie los ocho kilómetros hasta la cumbre. Los fieles se detienen en las catorce estaciones para orar y recordar la pasión de Cristo.
Fuentes:
- El Rímac que quiero
- Lima Monumento Histórico, Margarita Cubillas Soriano
- Tradiciones Peruanas, Ricardo Palma
- Andina Agencia Peruana de Noticias
- prensafranciscanaperu.blogspot. pe
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