Fue la Plaza lugar de atracción de la vida entera de la ciudad; en lo político, en lo militar, en lo civil y eclesiástico. Allí estuvieron el Palacio de los Virreyes, la Iglesia y la morada del Arzobispo, el Cabildo, la Real Audiencia, la Cárcel y las pequeñas casas de socorro y asistencia, hasta la construcción de los hospitales en las afueras de la ciudad como el Santa Ana, San Andrés, La Caridad y El Espíritu Santo.
La Plaza es tan antigua como la ciudad misma, pues desde el primer momento en que Francisco Pizarro adjudicó los primeros solares a los españoles que lo habían acompañado en la conquista del Perú y en la Fundación de Lima, en ese momento demarcó exactamente lo que sería la Plaza Mayor. Aquí se alzaron las primeras islas o manzanas de casas. Está en el punto céntrico. Si nos trasladamos - menciona José Gálvez- al momento inicial cuando Pizarro y sus compañeros fundaron la ciudad, estos solares que fueron distribuidos los veremos mirando al norte, hacia el río y el cerro. El valle era rico y debía estar algo poblado por chozas, casuchas y tiendas desperdigadas entre las huacas en los alrededores, pero la minúscula ciudad que surgía en aquel momento tuvo pequeñísima extensión.
Pronto Lima creció; Santo Domingo y el primer templo con alta torre, la Merced. Se formaron los barrios de San Sebastián, Santa Ana y San Lázaro.
Existe una inscripción en piedra en la Municipalidad de Lima: "Estos portales se edificaron, siendo Virrey, el Excelentísimo S. Conde de la Monclova y Mendoza y Comisionado D.J.V. de Cueva y Mendoza, de la Orden de Calatrava, Alcalde Ordinario y el Oidor D. Jerónimo de los Reyes y Rocha, Procurador General -- Año 1602". La obra de reconstrucción de la Ciudad de los Reyes, arruinada con el terremoto de 1687, se debe al Virrey Duque de la Palata y al Conde de la Monclova, su sucesor.
En los Portales, en las gradas de la Iglesia, frente a Palacio, los mercachifles hacían sus negocios. Abundaban los buhoneros y los pregoneros. De sus Portales, el de Escribanos tuvo y conservó el nombre; el de Botoneros más bien no. Este recibió muchos nombres: de los Sederos, de los Sombrereros, de los Gorreros, de los Pasamaneros. Por desmembramiento de dos solares, se abrió lo que hoy es el Pasaje Olaya, antes llamado de la Cruz, de los Mercachifles, de los Petateros y de los Plateros. En una época, la Plaza de Armas se llamó Plaza de la Independencia. En la Plaza -ya en la República-, fueron siempre las Nochebuenas, las retretas militares, la lectura del Acta de Independencia, los discursos y los versos. Famosas fueron las puestas de los pucheros floridos, las mesitas de las vivanderas, las fresquerías. Queda el recuerdo de "ña Aguedita", la de los dulces, champuces y mazamorras. La Plaza fue centro de fondas, posadas, baños y clubes sociales; el de la Unión con sus bailes y saraos; en el de Mercaderes, el Club Nacional un tiempo y después el Phoenix Club. Aún con Piérola, y desaparecido el mal aspecto de los contornos de las cuadras de Palacio y Desamparados, siempre le quedaba ese espíritu cívico y amable a la Plaza; con la llegada de las tendencias arquitectónicas a la capital, como el Art Nouveau, la Plaza sufrió un cambio y la convirtieron en un Parque Inglés -- ¡con palmeras! -- menciona Gálvez.
Los Portales -como el de Escribanos-, que siempre albergó, precisamente, a los escribanos, mercaderes y artesanos, con el paso de los años, estos se convirtieron en lugares de distracción, de los piropos y de la chismografía. No faltaban los tenorios, los que soñaban con reformar la Patria y los duelos con las tapadas. Posteriormente y cuando se trasladaron los tribunales, se establecieron las boticas como la de Boggiano, se fundó "El Jardín de Estrasburgo" con sus bailes de máscaras y la orquesta de las damas vienesas; no faltaron las librerías donde se exhibían las caricaturas y dibujos típicos. En el de Botoneros continuaron primando las tiendas de menudeo y baratijas así como las cigarrerías. Había una gran tienda, "Soldevilla", que atraía mucho a los muchachos, especialmente en las vísperas del Carnaval, pues ahí se exhibían las máscaras, disfraces y millares de chisguetes.
La primera pileta que se construyó fue durante el virreinato de Francisco Álvarez de Toledo y fue inaugurada el 21 de octubre de 1578. Esta fue reemplazada por otra mandada a hacer por el Virrey García Sarmiento de Sotomayor, Conde de Salvatierra y fue inaugurada el 8 de setiembre de 1651. El bronce para la pila se extrajo ex-profeso de una mina en la rinconada de Ate y tiene tres escudos: el de la Ciudad, el Real de España y el del Virrey Conde de Salvatierra.
Durante la gestión del alcalde de Lima, Federico Elguera, a inicios del siglo XX, la Plaza de Armas fue transformada y modernizada. Esta modernización se conservó hasta el año 1940 cuando se acortó los jardines para facilitar la circulación y el estacionamiento de los vehículos.
"La Plaza fue el corazón de Lima. Ahora, en verdad, no se sabría decir dónde tiene el corazón" -- José Gálvez.
- Calles de Lima y Meses del Año, José Gálvez
- Lima Monumento Histórico/Municipalidad Metropolitana de Lima, Margarita Cubillas Soriano
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