"Desde los principios de su gobierno se dedicó con anhelo hacia el bien público de la capital - diversión y desahogo de sus moradores - es más, el Virrey Manuel Amat y Juniet no se opuso a los cafés como el Café de Bodegones, por ejemplo, ubicado en la calle de Santo Domingo o del Correo Viejo. El Virrey catalán se empeñaba en dotar a las ciudades importantes de paseos y obras de ornato y comodidad como lo menciona en sus Memorias de Gobierno: Al poco tiempo de mi gobierno reconocí el paseo público de la alameda, cuyas fuentes se hallaban desbaratadas, y los árboles sin aquel verdor que ofrece diversión y complacencia .........."
Con el Convento y la Iglesia de los Descalzos al pie del Cerro San Cristóbal y, a uno de sus costados la Iglesia de El Patrocinio y Santa Liberata, esta ancha alameda con dos calles laterales para calezas y una central para peatones tenía unas cuatro cuadras de largo; existían también tres fuentes donadas por el ciudadano limeño - dos veces alcalde ordinario de Lima y propietario del terreno donde se construyó la Plaza de Acho - Agustín Hipólito de Landaburu.
La Alameda de los Descalzos fue construida en el año 1611, durante el virreinato de Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros - prosador elegante y poeta sutil - a semejanza de la Alameda de Hércules en Sevilla, España, jardín público creado en 1574. "Tras el Puente la lameda", como decían los antiguos, Montesclaros hizo edificar junto a la capilla de la Señora de los Ángeles una pequeña quinta con balcones y jardines, donde, seguramente, se reunía con los escritores de la época. Aquella Alameda iba desde San Lázaro. En esos años aún no existía la Iglesia del Patrocinio, fundada recién en 1688, ni Santa Liberata o la Buena Muerte. Por lo tanto, la Alameda iba desde San Lázaro hasta el fondo donde estaba la Recolección. En el día de San Juan, el 24 de junio, al atardecer, luego del paseo a la pampa de Amancaes, bajaba toda la gente alegre que se había divertido al aire libre o en carpas improvisadas; los jinetes iban con sus caballos adornados con flores. En la alameda, se formaban dos largas filas de calezas que eran arrastradas por mulas, estas se extendían a la derecha e izquierda y bajo la sombra de los arboles con limones y naranjas. A la Alameda se iba en las tardes a pasear y tomar fresco. Fue lugar para los lujos y galas de todos, ricos y pobres; era el paseo preferido de los propios gobernantes; el paseo para ver, en su andar garboso, el paso de las tapadas limeñas.
En 1770, durante el virreinato de Amat y Juniet, se le hizo algunas mejoras. Amat menciona en sus Memorias: ".... procuré remediar el desorden que se notaba, poniendo corrientes sus pilas, replantando árboles y formando asientos y calles para la gente vulgar, a fin de que no se atropellasen con los muchos coches y calezas que concurren los días festivos. Se han hecho juegos de aguas, cuya máquina a imitación de la que hay en Roma, así será uno de los más hermosos recreos que pueda tener ciudad alguna ......."
Los alrededores a la Alameda estaban llenos de huertos y quintas. En una vieja casona destartalada, en la que había un molino se alzó, ya a fines del siglo XVIII, la casa de la Perricholi, se dice que esta casa no fue de Miquita Villegas sino recién después de cinco años de haber salido Amat del virreinato (1776).
Durante el gobierno del presidente, el Mariscal Ramón Castilla (1856), la Alameda de los Descalzos se remodeló completamente. Se ordenó la colocación de grandes puertas de entrada; a los lados y sobre pedestales de piedra, se colocaron en forma alineada, doce estatuas de mármol de Carrara, cien bancas de mármol así como maceteros con base de hierro, doce faroles de gas y una glorieta. En la entrada se colocaron seis estatuas pequeñas que representan a los dioses griegos, también de mármol de Carrara, además de cincuenta y cuatro jarrones ornamentales. El aire colonial y rural del siglo dieciocho, pasó a ser un paseo romántico en el siglo XIX, con sus rejas naturales, bancas, estatuas y jarrones ornamentales.
Muchos años después, el domingo 19 de mayo de 1912, la Alameda de los Descalzos fue el punto de inicio de una imponente manifestación de las fuerzas billinguristas, en ella, los manifestantes iban portando unos grandes carteles mostrando el "pan descomunal", así fue que nació el apelativo de "Pan Grande" puesto a Guillermo Billinghurst.
Bibliografía:
- Cafés y Fondas de Oswaldo Holguín Callo
- Calles de Lima y Meses del Año de José Gálvez
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