lunes, 16 de octubre de 2017

UNA CORTA HISTORIA SOBRE LA INQUISICIÓN


En el año 1577, en el frente oriental de la plaza -donde hoy se levanta el Congreso de la República- se construyó el local de la Universidad. Entonces, ocasionalmente, se le denominó a este lugar Plazuela de la Universidad. Cuando en el año 1584, el Tribunal del Santo Oficio ocupó su lugar en esta plaza, ella comenzó a denominarse Plazuela del Santo Oficio o Plazuela de la Inquisición, un ambiente típico y recatado, y de forma triangularExiste la referencia de que a esta plazuela se le nombró, ocasionalmente, Plaza de las Condenaciones, y aunque el Tribunal fue extinguido en 1813, lo cierto es que la plaza continuó llamándose de la Inquisición. Recién hacia mediados del siglo XIX, se proyectó hacer de esta plaza un parque cerrado con rejas de fierro. Es así, que se empezaron a levantar las bases, pero luego, en el centro de la plaza, se colocó un pedestal de mármol que debía recibir la estatua del Libertador Simón Bolívar.

"Es probable que esta plaza, o parte de ella, fuera en su origen la llamada del Estanque, placeta que estaba  frontera con la Huerta del Estanque, de propiedad del fundador de la ciudad, Francisco Pizarro".


Antigua Plaza de la Inquisición

En esta antigua Plaza de la Inquisición, llama la atención un edificio que parece un templo de estilo dórico-romano. Se trata del antiguo Senado de la República construido en el año 1896 como símbolo de la liberación de la colonia. Un edificio que el propio Nicolás de Piérola, Presidente de la República de ese entonces, se encargó de vigilar, paso a paso, el detalle de la construcción. Este edificio se levanta sobre los antiguos restos de los locales del Santo Oficio o Tribunal de la Santa Inquisición. Un edificio que se inició en el último cuarto del siglo XVI que tenía una estructura sumamente severa y acorde con la función que le tocó desempeñar, hecho con una promiscuidad de cárcel, de recinto sagrado y hasta de carácter fúnebre.  

Ricardo Palma cuenta que en la época del rey Felipe II y del virrey don Francisco de Toledo, exactamente, el 9 de enero de 1570, llegó a Lima el licenciado Serván de Cerezuela, portador de  la Real Cédula de fundación del Tribunal del Santo Oficio. El primer espectáculo de un auto se produjo tres años después, el 15 de noviembre de 1573 y fue presidido por el inquisidor Gutiérrez de Ulloa y su colega Cerezuela. Fueron seis reos los que recibieron castigos, uno de ellos, Mateo Salade, francés, hereje y contumaz, fue arrojado a las llamas. Salade era un embaucador a  quien el pueblo, que lo creía santo, le favorecía con entrega de limosnas de dinero; vestía hábito de jerga y todos los sábados se le veía cosechando pesetas.

Edificio del antiguo Senado de la República

"Sentí un terror involuntario al entrar en las prisiones de la Santa Inquisición. Hay veinticuatro calabozos, cada uno con cerca de diez pies cuadrados. Reciben luz por una ventanita que les da aire, pero muy poca claridad".

Los locales del Palacio presentaban un amplio y complejo juego de cámaras, pasillos y prisiones. La Cámara del Secreto, con un hermoso techo mudéjar, la Puerta del Secreto con una abertura por donde los testigos podían "atisbar" sin ser vistos. Algunos paños de muros de los calabozos y la Sala de Audiencias son las únicas que quedan. La sala de las Sentencias era imponente y sumamente elevada, dos ventanitas provistas de barrotes de hierro dejaban filtrarse la luz tenue. La Sala de Audiencias, espaciosa, fría y de muros muy anchos, con largas y altas ventanas, infundían temor y recogimiento. El techo con vigas talladas, con fondos labrados y ménsulas muy lujosas, era una de las obras de carpintería barroca más famosa de América.



El gran inquisidor se sentaba sobre un trono y los jueces en nichos semejantes a aquellos donde se colocan las estatuas. Las paredes estaban revestidas hasta una gran altura de madera finamente tallada. El aspecto de esta sala era lúgubre. Y más espanto causaban los monjes que formaban parte de este terrible tribunal pues, demostraban tanta insensibilidad en su aspecto, que era imposible que el infortunado conducido ante ellos no se sintiera totalmente aterrorizado. En el ambiente llamaba la atención la hermosa mesa del Tribunal, una severa cruz y el imponente sillón del Presidente del Tribunal, además, de la tupida reja de los calabozos.

"Se dice que cuando Castel-Forte era Virrey del Perú, fue citado por la Inquisición, a la que acudió muy solícitamente. Llevó consigo hasta la puerta a su guardia personal, una compañía de infantería y dos piezas de artillería, entró y poniendo su reloj sobre la mesa, dijo a los inquisidores, que si su asunto no era despachado en una hora, el edificio sería derribado, con ellos dentro, pues tales eran las ordenes que había dejado el oficial en la puerta. Esto fue suficiente para que los inquisidores se levantaran y lo acompañaran hasta la puerta, muy felices cuando lo vieron alejarse con su escolta". 

El 23 de setiembre de 1813, el Virrey José Fernando de Abascal hizo promulgar el decreto expedido en Cádiz por las cortes del reino, por el cual se abolía la Inquisición. Las cortes decretaron que la religión católica, apostólica, romana, sería protegida por las leyes, conforme a la Constitución y que el Tribunal de la Inquisición era incompatible con la Carta Magna, Apenas se supo de este decreto el pueblo recibió con júbilo y salió a las calles a manifestar su rechazo a esta forma de tiranía religiosa, llegando hasta las puertas del local del tribunal destrozándola y entrando bruscamente hasta la misma cárcel de la Inquisición. 



"Entonces pudieron ver toda la sala del despacho. Había en ésta un dosel de terciopelo verde y, detrás de él, una escalera secreta donde se ocultaba un hombre quien, por medio de cuerdas, hacia mover la cabeza del crucifijo, de tamaño natural, que en medio de dos cirios verdes, se colocaba en la mesa próxima al dosel. La Inquisición se componía, entonces, de un santo-cristo, dos candelabros y tres majaderos. El detalle del hombre que mueve la cabeza de un crucifijo era revelador. Se trataba de una patraña para amedrentar a los reos, para demostrar una intervención divina que no existía en realidad".

Hacia la noche habiendo examinado cada rincón de esta misteriosa prisión, muchos se retiraron llevando libros, papeles, azotes, aparatos de tortura, etc. Al día siguiente del saqueo de la Inquisición, el arzobispo de Lima, Las Heras, se constituyó en la Catedral y declaró excomulgados a todos los que retuviesen algún papel o prenda del extinguido tribunal. Sin embargo, a buena parte del pueblo no le importó la excomunión, es por eso que fueron pocos, muy pocos, los que devolvieron parte de estos papeles que se consideraban un botín.

Fuentes:
- Los Anales de la Inquisición, Ricardo Palma
- Itinerarios de Lima, Héctor Velarde
- Peregrinaciones de una Paria, Flora Tristán 
- Las viejas calles de Lima, Juan Bromley
- Lima la Única
- Lima Monumento Histórico, Margarita Cubillas Soriano

1 comentario:

  1. Sumamente interesante,datos que desconocia de la Inquisición.
    Pero cuantas historias esconderá la capital también.

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