martes, 3 de octubre de 2017

EL GALANTE VIRREY AMAT

Lima tuvo cuarenta virreyes. Unos buenos, otros, no tan santos; hubo algunos pintorescos, otros eran unos perfectos galanes. El Virrey Manuel Amat y Junyent erauno de estos últimos. Felipe Manuel Amat y Junyent nació en Barcelona en el año 1707. Sus padres, José y Ana María, descendían de familias barcelonesas del más alto linaje. En 1721, siendo aún un jovencito, ingresa a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. Su padre, después del triunfo en la Guerra de Sucesión -en la que Felipe de Borbón y el Archiduque Carlos de Austria se disputan la corona española- recibió el marquesado de Castellbell y sucesivamente fue acumulando títulos y subiendo en posición social y política pero, no todo se hereda, el joven Manuel resultó ser un inepto y poco merecedor de los mismos títulos. Al poco tiempo se retira y marcha a Malta, Sede de la Orden, allí sirve siete años; luego se marcha a Barcelona y más tarde a Mallorca. Allí lo nombran Gobernador y Presidente de la Audiencia de Chile. Al parecer hizo un buen trabajo pues estando en Chile es nombrado Presidente de la Audiencia de Lima y Virrey del Perú.
"Las entradas a la Ciudad de los Reyes de los nuevos virreyes eran fastuosas. Para esa ocasión se adoquinaban las calles de barras de plata desde la puertas de la ciudad hasta el Palacio del Virrey".
Amat y Junyent llegó en el año 1761 a Lima, una ciudad en cuyas calles habían sauces muy altos, naranjos, alamedas, fuentes de bronce y un teatro. Fue ahí, precisamente, en el teatro que una noche, apenas a un año de haber llegado a la Lima, conoce a Micaela Villegas "La Perricholi", una actriz mimada, que se encontraba en todo el apogeo de su juventud y belleza. "Era Miquita un fresco pimpollo". Fue así que el sexagenario Virrey comienza a ir todas las noches al teatro y a aplaudir a rabiar al punto de golpear el piso con su bastón. Amat quedó prendado de la Miquita, cuarenta años menor que él. Lima con una aristocracia estirada y mojigata, estaba escandalizada con los amoríos de este enamorado galán, que no tenía reparos en presentarse en público con ella pues, al fin y al cabo, era soltero.
Manuel Amat y Junyent debió haber sido de estatura mediana, grueso, cara redonda, quijada partida y papada. Su vestimenta consistía en un pantalón corto ajustado, mallas blancas de seda, un chaleco, el abrigo, además de llevar los zapatos con hebillas, un bastón y la permanente peluca blanca.
Amat no era querido en Lima -era tacaño en ocasiones- pero, sin embargo, contribuyó bastante en el engrandecimiento y embellecimiento de la ciudad. Continuó con la reconstrucción de la ciudad, iniciada por el Virrey Conde de Superunda, tras el terremoto de 1746. En su periodo de gobierno (1761-1776), no hubo temblores, los únicos temblores los ocasionaba él con sus amoríos. Se encargó de terminar de construir la Plaza de Acho e inició la edificación de la Fortaleza del Real Felipe, el Paseo de Aguas, la Alameda de los Descalzos, el Coliseo de Gallos de Santa Catalina e hizo el diseño de la Quinta de Presa pues le gustaba mucho la arquitectura y, como tal, se encargó de hacer los planos de la torre de la Iglesia de Santo Domingo, en los que gastó unos cien mil pesos; así tambien, desarrolló los planos de la Iglesia de Las Nazarenas ahí, se encargó personalmente de dirigir a los albañiles y carpinteros. Con esto demostraba que él no era un hombre poco devoto pues, al parecer, eso era lo que se pensaba en una Lima en la que había mucho fervor religioso. Sin embargo, Amat hacía también de las suyas. Intentó reducir el área de los monasterios de las monjas, vender los terrenos sobrantes, y demoler parte de los conventos que ocupaban más de una manzana, pero, se armó tal griterío que no le quedó otra que dar marcha atrás. Mando empedrar también el camino que unía Lima con el Callao e hizo las rectas que conducían a San Juan de Lurigancho y Carabayllo.
En su larga gestión -quince años- hubo aciertos, errores, violencia e incluso cierta debilidad que le costó caro por la torpeza, codicia y deslealtad de los que lo rodearon.
En 1770 nace en Lima, Manuel de Amat y Villegas, hijo natural del Virrey y de doña Micaela. Entre 1772 y 1775 envía una expedición a Tahiti con el objeto de incorporar esa isla al Virreinato del Perú para evitar que cayera en manos de otras potencias. El proyecto fracasó. De ahí que la isla fue bautizada como "Isla de Amat" y de ahí también es que viene el "plátano de la isla" que, tras el fracaso de la expedicion, le llevaron -a modo de disculpas a la corona por el fracaso- una canasta con esta fruta. Se los dieron a probar, el sabor le pareció tan delicioso que inmediatamente solicitó se cultivara en el Perú.
Al llegar el final de su periodo, al Virrey Amat se le hace un juicio de residencia porque aparte de ser considerado un codicioso insasiable, además del más cínico defraudador del tesoro real público; se le acusaba de haber hecho envíos de dinero y obsequios -incluso mandó tres campanas de bronce para el reloj de la finca de Gracia-, residencia que mandó construir en las afueras de Barcelona para vivir en ella una vez dejara de ser virrey. Se sospechaba también del voluminoso equipaje que sacó del Perú y de haber amasado una cuantiosa fortuna pero, finalmente, salió airoso de todas estas acusaciones. Llega 1776, Amat inicia a preparar maletas para retornar a España. En 1777 y después de cincuenta y seis años, llega a Barcelona. Dos años después, una noticia corre como reguero de pólvora, el ex virrey se casaba, pasaba ya los setenta años, con una joven de alto linaje, María Francisca Fivaller y de Bru. En 1782, Amat fallece a la edad de setenta y cinco años en la ciudad de Barcelona. Sus restos descansan en el Convento de San Francisco de la Rambla.
Fuente:
- Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma 
- La Perricholi de Gustavo Bacacorzo



No hay comentarios.:

Publicar un comentario