sábado, 14 de octubre de 2017

LA PLAZA DE ACHO

Es la tercera en antigüedad después de las plazas de la Maestranza de Sevilla y la de Zaragoza. Fue inaugurada en el año 1766 gracias a la iniciativa de don Agustín de Landaburu, quien, en el año 1765, consiguió un permiso del Virrey Manuel Amat y Junyent para construir una plaza firme a las orillas del río Rímac, al pie del Cerro San Cristóbal. Así, el Virrey Amat expidió un decreto aprobatorio y Landaburu obtuvo la licencia de construcción a cambio de la promesa de pagar una suma anual de 1 500 pesos al Hospital de los pobres. La obra estuvo a cargo del mejor alarife de la época, Cristóbal de Bargas. De esta manera, se consolidaba un lugar para llevar a cabo las corridas de toros, corridas que se efectuaban en las plazas públicas y hasta en la Plaza Mayor, lugares que eran acondicionados especialmente para la ocasión. Eran tan populares que se convirtió, junto al teatro y a las peleas de gallos, en el mayor divertimento nacional.

"Haacho" es una palabra quechua que significa "desde donde se ve el mar". Según el historiador y conocedor de la tauromaquia peruana, don José Emilio Calmell, el nombre de Acho le fue atribuido al ruedo limeño debido a que este término significa "monte alto y escarpado en las inmediaciones de la costa, desde el cual se descubre el mar".

La primera corrida de toros efectuada en la "Plaza firme de Hacho" como se le conocía en esa época, se realizó -de acuerdo a la investigación realizada por Aurelio Miró Quesada Sosa- un 30 de enero de 1766. El cartel de la corrida inicial anunciaba a los espadas nacionales Pisi, Maestro de España y Gallipavo. El primer toro lidiado ese día se le denominó "Albañil Blanco" de la hacienda Gómez de Cañete, de propiedad de don Agustín Hipólito de Landaburu, cuyos ejemplares, según José Emilio Calmell en su libro "Diccionario Taurino del Perú", llevaban sobre sus lomos la divisa rosa y caña de esa hacienda cañetana. Landaburu ostentaba por esa época, el cargo de alcalde de la ciudad; de esta manera también, su nombre quedó vinculado a la fecha de su inauguración, como constructor, asentista y ganadero.

Aunque aún estaba pendiente el permiso y autorización del Rey de España Carlos III, a esa primera corrida no pudo faltar el virrey Manuel Amat y Junyent. Pasado un año se otorgó, mediante Real Cédula, el permiso correspondiente.


Con el paso del tiempo, en la capital, el solo anuncio de la presentación de una corrida de toros en la Plaza de Acho creaba una gran excitación pública entre hombres y mujeres. Los carteles se colocaban en las esquinas para anunciarlas; se repartían las listas o listines escritas en verso, en donde colaboraban los poetas mas afamados de ese entonces. Los días para las corridas, en la temporada de verano, no se desarrollaban los domingos, eran los días lunes. Llegado el día, el entusiasmo no era solo de la gente que iba caminando o en sus carruajes rumbo a la plaza, sino también, de todos los curiosos que seguían a la concurrencia pues ellos, igualmente, vivían la misma excitación. Algunos incluso, no se querían perder el espectáculo e iban hasta el puente o a la Alameda para ser testigos, desde allí, de esta fiesta taurina. También, desde tempranas horas de la mañana, se colocaban en estos lugares mesas con refrescos, picantes, pescados y dulces.

"El Rímac se parece mucho al río de Arequipa. Corre igualmente sobre un lecho de piedras y entre rocas. El puente es hermoso y es allí donde se colocan los papanatas para ver pasar a las señoras que van al Paseo de Aguas".

Lo original de esta construcción es la base de estos gruesos contrafuertes de adobe que sostienen las graderías y que forman las galerías bajas de entrada por medio de un anillo de arcos al estilo mudéjar, causando una bella impresión. A la mano izquierda se encuentran el Museo Taurino y el Mesón. El Mesón es un típico y amplio restaurante, desde donde se puede contemplar el "tambor" de la plaza con sus fuertes machones verticales coronados por las barandillas de las galerías altas. Desde allí, se puede observar también a los toros de lidia en sus corrales de exhibición además de poder ver un paisaje del Cerro San Cristóbal con sus pequeñas y coloridas casas, casas que van escalando la falda del cerro. El palco presidencial coronaba lo que erróneamente se cree podría ser la división entre Sol y Sombra. Al centro había un "templador", una especie de jaula que servía de "burladero" y un asta de bandera que ondeaba en el centro.  

"La alameda de Acho (propiamente del Acho) fue formada el año 1773, llamada también Nueva porque su construcción fue posterior a la de los Descalzos o Vieja. esta alameda tenía tres calles: una de ella, la central, estaba destinada a los carruajes y gentes de a caballo en cuyo costado se levantó la Plaza de Toros o Plaza de Acho. En los alrededores habían solares y la entrada a la Plaza se hacía por estrechos callejones".

La capacidad de público era de más o menos cuatro mil espectadores, más los "guaraguaos" en asientos sin numerar. A la altura del ruedo habían los "cuartos" que eran palcos bajos al mismo nivel de la arena, con una ventana para espectar la corrida. Dentro de estos espacios privados se realizaban suculentos y alegres almuerzos donde los criollos aficionados disfrutaban de lo lindo. La Plaza era bella, las corridas alegres, la banda tocaba la música, los asistentes palmoteaban, golpeaban con los pies, gritaban. Todo era alegría, alegría que contagiaba y encantaba a los toreros que venían de fuera. En 1870 lidian por primera vez los bravos toros de Miura y Veragua.



En el año 1865, con motivo del primer centenario de la plaza, se realizó la primera refacción. En 1944, Fernando Graña Elizalde, Alejandro Graña Garland, José Antonio Roca Rey, junto a un grupo de amantes de la tauromaquia, arriendan la Plaza de Acho por veinte años, durante ese tiempo se encargan de hacer trabajos de remodelación. Reducen el diámetro del ruedo y aumentan su capacidad de seis mil trescientos a trece mil trescientos espectadores y en 1961, se efectuó su ampliación.

Gracias a la idea del crítico taurino Fausto Gastañeta y a la gestión de sus sucesor, Manuel Solari Swayne "Zeño Manué", el 12 de octubre de 1946, se realizó la primera "Feria Taurina del Señor de los Milagros", constituyéndose desde ese entonces en la feria taurina más importante de América, por las ganaderías que se lidia, los toreros que intervienen además de la participación de una entusiasta afición. A las tres y treinta de esa tarde inaugural, la plaza registraba un lleno de bandera total, entre el público se encontraba el Presidente de la República, don José Luis Bustamante y Rivero; de pronto, suena el clarín y, precedidos por el alguacilillo, partieron a la plaza tres jinetes, uno de ellos vestido de chalán peruano, otro con traje campero andaluz y el tercero de charro mexicano; los tres representaban a los tres países donde se realiza la tauromaquia. Detrás de ellos, caminaban las cuadrillas encabezadas por el famoso Manuel Rodríguez Sánchez "Manolete", seguido de Luis Procuna y el peruano Alejandro Montani "El Sol del Perú", quienes hicieron el paseillo entre los aplausos de todo el público aficionado. Al año siguiente, en 1947, se empezó a premiar al torero triunfador de la Feria del Señor de los Milagros con el "Escapulario de Oro", la distinción fue instituida por el empresario y ganadero Fernando Graña Elizalde.

Fuentes:
- La Plaza Firme de Acho, Municipalidad de Lima
- Peregrinaciones de una Paria, Flora Tristán
- Itinerarios de Lima, Héctor Velarde
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre




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