Si se habla de la historia urbana de Lima y de su crecimiento en el siglo XX, no se puede dejar de lado el segundo gobierno del Presidente Augusto B. Leguía (1919-1930). Fue durante este periodo conocido como el Oncenio o la Patria Nueva que se desarrolló una de las últimas y más sólidas propuestas urbanísticas por las que pasó Lima. Hasta antes de 1919, la capital parecía detenida en el tiempo. Lima era una gran aldea de calles angostas, sin asfaltar y polvorientas; atrasada e insalubre donde sus límites se extendían de norte a sur, entre el Paseo de los Descalzos hasta el Paseo Colón; y de este a oeste, entre el Hospital Dos de Mayo hasta una alameda de sauces abandonada y que luego seria la avenida Alfonso Ugarte. Incluso dentro de estos limites habían muchos espacios vacíos. Los servicios de agua potable y alcantarillado eran inexistentes; el alumbrado público era primitivo y deficiente con una red de cables apoyados en un bosque de postes y crucetas de madera que causaban constantes incendios y cortocircuitos, además de estorbar el tránsito. Por ese entonces, se usaba para pavimentar las calles las piedras del río Rímac o el adoquín; también se empleaban tacos de madera que incluso fueron colocados en el jirón de la Unión, lo que resultó todo un fracaso. Después de veinte años, las pistas del Paseo Colón (inaugurado en 1899 en el gobierno de Nicolás de Piérola) que lucían de tierra fueron pavimentadas por los propietarios. Las construcciones eran de barro y caña, contadas eran las de ladrillo y cemento armado; a otras edificaciones les colocaban yeso sobre las fachadas a fin de modernizarlas de alguna manera.
Por aquella época, el único servicio de transporte a los pueblos y balnearios más alejados como Miraflores, Barranco, Chorrillos y La Punta era el tren o el tranvía. Las familias más acaudaladas vivían en el centro de la capital en casonas señoriales, de grandes patios y ventanas de rejas. El propio presidente Leguía vivía sobre la calle Pando (jirón Carabaya) apenas a unos cuantos metros de la Plaza de Armas. Una calle muy distinguida era la que une la Plaza de Armas con la Plaza Bolivar (jirón Junín) así como las calles Belén y Amargura (jirón Camaná).
Leguía se propuso mostrar al mundo que el Perú se estaba convirtiendo en uno de los grandes polos económicos del continente, con Lima como emblema. Había vivido en Estados Unidos y Europa y consideraba que la capital debía convertirse en un atractivo económico, social y cultural y emular a Buenos Aires, conocida por sus lujosos paseos, parques y edificios. Desde el primer día de su gobierno decide poner manos a la obra. Lo primero que emprende es el saneamiento de la ciudad para eso, cuenta con el apoyo del alcalde de Lima, Andrés F. Dasso, y de todo un ejército de técnicos y trabajadores además, de la maquinaria de la empresa norteamericana The Foundation Company Co.
Describir la obra de Leguía es una tarea difícil por la magnitud pero también fácil, fácil porque mucha de su obra la vemos todos los días, la podemos tocar, la podemos mirar, la podemos disfrutar. Un monumento, una plaza, un parque, una fuente, un edificio. Puedo empezar por la urbanización Santa Beatríz creada en 1921, los limeños de aquella época no se imaginaron que pudieran nacer después núcleos urbanos como San Isidro, Jesús María, Lince o Breña. Ese mismo año, se construye la avenida Leguía con sus seis kilómetros de largo rodeada de mansiones de diferentes estilos, además se plantan árboles de distintas especies, entre ellas, las palmeras, que eran las preferidas de Leguía; avenida cuyo nombre fue cambiado por el de Arequipa apenas fue derrocado el presidente. Construye las avenidas Alfonso Ugarte, del Brasil además las que unen el Callao y Lima, Unión y Progreso (Argentina y Venezuela). Leguía embelleció y mejoró Lima. Se inaugura la Plaza San Martín con ocasión del Centenario de la Independencia del Perú en 1921, con sus edificios de tipo europeo como los Portales, también el Hotel Bolívar, inaugurado por Centenario de la Batalla de Ayacucho en 1924, o el Club Nacional. En su periodo de gobierno se reconstruye -luego del incendio- el antiguo Palacio de Gobierno, se construye el Palacio de Arzobispal y el Palacio de Justicia; la Sociedad de Ingenieros; el Parque de la Reserva y el Universitario, la Embajada Argentina, el Hospital Arzobispo Loayza, el Puericultorio Pérez Aranibar, la Plaza Dos de Mayo, el Teatro Forero (Municipal), el Museo de Arte Italiano, el Hotel Country Club; colegios como el Villa María o el Antonio Raimondi y muchas plazas y monumentos. Por entonces, muchos de los bancos no tenían local propio y tenían que funcionar en casas particulares. En este periodo se construye el Banco Central de Reserva, el Banco Italiano, el Banco Internacional, el Banco Popular. Sin embargo, por obra del rencor y la venganza, ninguna calle principal de Lima lleva el nombre de Leguía. El "nefasto Oncenio", como lo llamaban, logró en once años transformar la ciudad. Cuando se celebraron los 400 años de la fundación de Lima, en 1935, el presidente de ese entonces, el General Oscar R. Benavides, no tuvo ninguna palabra de reconocimiento a la obra del presidente Leguía.
Fuente:
- Historia de la República del Perú, Jorge Basadre
- Leguía, la Historia Oculta / Vida y muerte del Presidente Augusto B. Leguía, Carlos Alzamora
- El Saqueo Olvidado, María Delfina Álvarez Calderón
- Leguía, el Centenario y sus monumentos, Lima 1919-1930, Johanna Hamann
Excelente reseña.
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